EL IMPERIO INCAICO
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traños al linaje de los Incas, en el mismo nivel que a los
huallas. A diferencia de éstos, los antasáyaj eran orejones,
de la nación de los tampus. Pretendían como ellos haber
salido en Pacaritambo de la cuevá de Sútij-tojo. Entre
los cabezas del linaje de los antasáyaj al tiempo del Vi-
rrey Toledo, figuraba un Ollantay, lo que esclarece el sig-
nificado del célebre drama de su nombre, ensalzador de
la excelencia y hazañas de los guerreros tampus y antis
(en realidad la misma tribu). Su jefe legendario, cuando
la fundación del Cuzco, fue Quizco Sinchi. En el área de
la metrópoli cuzqueña, los habían precedido los sahuasi-
ray, también orejones y hermanos suyos en Sútij-tojo. Era
capitán de este ayllo a fines del siglo XVI, D. Martín
Mayta Sahuasiray. Sus próximos consanguíneos antasáyaj,
que arriba he mencionado, tenían el adoratorio, con la
piedra representativa del progenitor Ayar, en el anden
sagrado de Collcampata, prueba evidente de su genuino
incanismo, porque a. los alienígenas no se les permitía des-
pués del Inca Pachacútec retener huacas o ceques dentro
del privilegiado recinto. A ninguna de estas particularida-
des han atendido los peruanistas que, como Ugarte, Val-
cárcel y el cuzqueño Pardo, los declaran extraños a los
incas, sin reconocer la equivocación del subsanado texto
de Sarmiento.
Las insignias atribuídas al Inca Manco y ostentadas
por sus herederos, muestran casi todas los símbolos del
culto de Huiracocha, relacionados en consecuencia con las
tradiciones de Tiahuanaco. Los cetros, yauris o cbamPís
dobles, "en dos astas largas" como describe Cobo que se
llevaban delante del Inca, son los que esgrime en cada ma-
no el dios de la portada de la Acapana. Allí mismo apa-
rece la serpiente o dragón, en el pecho de Huiracocha, y
en su corona o aureola: es el amaru, distintivo o buaucfui
de los Incas, como lo vemos con Sinchi Roca y el Inca
Huiracocha Yupanqui. El pájaro solar inti, totem de Man-