EL IMPERIO INCAICO
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por algunos comentadores. En otros pasajes de Sarmiento,
capítulo 37, se lee cómo al conquistar a los collas, el
Inca Pachacútej los calificó de gente tan inferior y desigual,
y derribó sus ídolos y huacas, que los incas no reputaron
por deidades verdaderas. Incomprensible todo esto si de
los collas hubieran descendido. En el Padre Cobo se con-
signa que arrojaron los incas a los collas de los santuarios
injustamente poseídos por ellos en las islas del lago y en
Copacabana, y repoblaron esas regiones con gente traída
del Cuzco, del linaje incaico. En la isla de Coata erigieron
una estatua femenil llamada Titijaja, que representaba a
la madre de los incas, en su advocación lunar. Cierto que
en el relato de la misma leyenda, el Padre Cobo, siguien-
do las veleidades y confusiones de la tradicción oral, pre-
tende que los incas no habían adquirido antes noticia de
dichos lugares, lo cual está desmentido por la inmensa
multitud de autores fidedignos, que acreditan la aserción
de haber venido los incas del Titijaja, y por la imposi-
bilidad manifiesta de no haber llegado a Paruro y Pa-
caritambo los efectos del imperio tiahuanaquense, que
alcanzó a influír en puntos tan lejanos del continente. El
título específico de bijos del Sol, culto totémico de los In-
cas, por más que el sabeísmo hubo de estar muy extendido
en la Sierra, lo explica la americanista Celia Natall por-
que en Tiahuanaco, así como en Palenque, el trásito del
Sol dura doscientos ochenta y dos días, período de ges-
tación de la criatura humana. Esta observación curiosa es
una prueba más de la procedencia tiahuanaquense de los
incas. Por otra parte, los incas no se deformaban el crá-
neo como los collas, ni se enterraban en chulpas. Su que-
chuísmo está con tal evidencia probado por haber im-
puesto el quechua como lengua general de su imperio. La
particular que ellos usaban era un mero dialecto quechua,
aunque obscuro, según Pedro Pizarro, y bastante conven-
cional y secreto. El Oidor Santillán certifica que .la len-