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JosÉ
DE . LA RIVA-ACÜERO
liIle, Chamaca hablaba un dialecto aymara, por la inter-
pretación que del nombre del lugar da en las Relaciones
yeográficas, aunque allí se atribuya a la lengua particular
de los Incas. Los quechuas venían a quedar rodeados, re-
\lucidos a un territorio muy limitado, aunque no tan an-
gosto como quieren los aymaristas, verbigracia Uhle, por
lo menos muy amenazado y restringido. ¿ Quiere decir to-
do esto que aceptamos paladinamente que el Cuzco pre-
incaico y sus aledaños estuvieron poblados por callas, co-
mo pretende la escuela de Middenforf, o por puquinas,
hermanos de los amazónicos arahuacos, según ahora lo
sostiene el arqueólogo Valcárcel? No da asidero para tales
hipótesis la comprobada toponimia primordial. El Cuzco,
antes del establecimiento de los incas, se llamaba Ajamama
(madre o patria de la chincha), unión de palabras eminen-
temente quechuas, si las hay. Huanacauri, dos leguas y
media al sur de la capital, santuario de los allcahuizas,
tenían el nombre de Alpitay, formado de dos exclamacio-
nes quechuas y del verbo pintín, separarse o desgarrarse,
porque allí se realizó en efecto la definitiva separación de
las tribus incas. Los aborígenes cuzqueños, anteriores a
todos los ayllos incaicos, eran los huallas, pojes y laris. Val-
cárcel deducía antes hualla, muy verisímilmente, del que-
chua huaylla, pradera, vega amena. Hoy prefiere, seguiendo
y extremando las indicaciones de Troll, derivar su etimo-
logía de las relaciones con la zona selvática y amazónica,
del tronco arahuaco muy en moda. No hay que ir a bus-
car tan lejos, en el arahuaco o puquina, 10 que de mani-
fiesto se ofrece en el quechua. A más de huaylla, pudo
ser el origen, máxime para la estropeada transcripción es-
pañola, la quechuísima palabra huajlla, cuya acepción de
vivir mal, de manera desordenada y depravada, se aviene
al concepto en que debían tener a aquellos naturales los
conquistadores y civilizadores incas. Ni tampoco es tan
enigmática la significación de pajes, que según los casos