EL IMPERIO INCAICO
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Ayaviri, donde dijimos que fue la resistencia de los huira-
cochas de amplios ropajes contra los invasores. Con la
repetición de nombres locales tan frecuente en las emigra-
ciones de razas, los recién llegados fundaron en el mismo
cantón otro Oruro (el menor u Orurillo), duplicación y
probable recuerdo del de la provincia Cari, al norte del
Aullagas. Estos bárbaros caris (varones o valientes o
,ara-cara, título que se sabe fue el de su región junto a
Oruro, y que significa en quechua desnudos, se parecen
hasta en esa denominación a los buitzjl (extranjeros sin
calzones) destructores de Mayapán y vencedores de los
cocomos mayas. Nuestros caris o eolIas se extendieron con
su lengua y con sus chulpas por Canas y Canchis, y toro
ciendo luego al sudeste de Velille, por el nevado de Co-
llahuata, ocuparon la provincia de Caylloma, a la que im-
pusieron su propio nombre (Calla guas) , y sometieron y
expulsaron a los primitivos habitantes. Desde Caylloma
y Cotachuasi, para los pastores aymaras, predilectos ha-
bitadores de las punas, el tránsito era fácil a Lucanas y
Choclococha, donde los chancas de ellos derivados, colo-
caron su pacarina o lugar santo. be allí en época poste-
rior, bajaron a arrebatar a la muy antigua nación quecbua
(Cieza, Crónica, Primera Parte, cap. 90) las feraces cam-
piñas de Andahuaylas, cuando ya comenzaba la segunda
dinastía de los Incas, la de los Hanancuzcos. Mientras por
el lado Oeste se sentían así presionados los quechuas, aún
había· sido mayor el avance de los directos y legítimos
eolIas por el Sur y por el Este. La quebrada del Urubam-
bafue invadida en épocas anteriores. Hay chulpas espo-
rádicas al norte de Urcos, y en la misma Calca. Ureos
está a 6 leguas al Sur del