Libro digital 1 TOMO-5 | Page 252

224 JosÉ DE LA RIVA·AGÜERO iguaL No basta que coinddan en cerámica geométrica. La alfarería de toda esta porción de las Costa, al continuar la persistente herencia de Nazca, ha tendido de continuo a esa ornamentación estilizada y geométrica, en contraste con la chimú, que en todos sus períodos, desde el protoi- de, se inclina a los figurativo y escultórico. La zona de transición o de eclecticismo entre ambas ya dije que se hallaba en Lima, particularmente en Nievería, ciudad ya abandonada cuando la venida de los españoles. Los chinchas, al combatir con los chancas, padecían los lejanos efectos de la invasión colla. Corrobarando mi tesis, no son los aymaras los que nos han trasmitido el vetusto y casi olvidado nombre de Tiahuanaco (Chucara), siho un quipucamayo de la región quechua alto peruana de Cochabamba, llamado Catari, con nombre totémico que es también quechua y relacionado con el culto a Huiraco- cha (Catari, significa serpiente en ambos idiomas). Por el cronista jesuita Padre Anello Oliva nos consta que re- fería Catari ser Chucara y Chuncara, el nombre primitivo de Tiahuanaco, muy explicable dentro del quechua: del verbo chocarcarini, apedrear, o cbucuni, temblar de viejo, o del· número diez, cbunca, base del sistema de contabi- lidad, y de la partícula raj, antes. En puquina será chu- cara casa del Sol; pero de ningún modo en aymara, en que casa es uta o uyu. Para Catari (( el señor de Tiahua- naco y de todo el mundo" (¿dios o marca?) se decía Hu- yustus, que parece provenir de los vocables quechuas ulfu o u11uni, fuerza viril y fecundación, como se colige por el signo de una piedra rota de aquellas ruinas. El mismo Ca- tari nos cuenta que el dios Huiracocha fue apedreado en Copacabana, al lado de Tiahuanaco, y en Ilabaya de Lo- cumba; estos dos últimos sitios de etimología aymara (ori- ginados de las raíces ilave yaya, y de rucumpa) y en la comarca donde vivían desde antaño los callas. Otra Chu- cara había precisamente al norte del Collao, no lejos de