Libro digital 1 TOMO-5 | Page 251

EL IMPERIO INCAICO 223 mas, en más de veinte vidas más antiguos que los Incas". Realizaron así los costeños por esa época su unidad cul- tural y política. La continuidad lingüística de los chibchas es clara hasta el golfo de Guayaquil cuando menos. La del mochica con los dialectos guayaquileños yde la Isla de Puná, no está aún patente i pero insisto en las analo- gías centroamericanas apuntadas. No tardaron mucho los valles centrales de Lima e lea en segregarse de Chanchán: la fortaleza de Paramonga, cuyas obras defensivas miran al Sur, se ha considerado con razón como la defensiva frontera entre los estados chimús y el señorío de Cuisman- go. Bandelier ha moderado y enmendado las exageracio- nes de otros peruanistas sobre la población de las metró- polis costeñas. Pachacámac nunca pudo abrigar más de 30,000 habitantes i y Chanchán propiamente llamado, me- nos del doble, porque entre sus edificios se intercalaban jar- dines, huertos y tierras de cultivo. Antes de la conquista incaica, había llegado Chanchán a tal decaimiento que pagaba tributo al congénere Guzmango de Contumazá. Otra invasión tan indudable como la de Naymlap en el Norte, fue la de los chinchas en el valle a que impu- sieron su apellido, acreditada por los textos de Cieza y Garcilaso. Recordaban proceder de lejanas tierras, haber dominado y exterminado a los oborígenes, de muy baja estatura, y haber extendido su señorío por los valles de Pisco e lea, y sus correrías por las alturas de Huaytará y las punas del Collao. La última leyenda, impugnada por Garcilaso, que la declara fanfarrronada mentirosa, necesi- ta explicarse, tomando en consideración que si, como es verosímil, ascendieron de lea al territorio chanca, y de Nazca a Cotohuasi y CaylIoma, se encontraron efectiva- mente con poblaciones hermanas de los callas, que habla- ban el aymara, y que poco o nada diferían de las del Altiplano. La pretendida hermandad de los chinchas con los tan ascendereados atacameños, no me conviene en .grado