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JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO
vales de los quechuas, como su lengua, mitología y tra-
diciones lo indican.
En la Costa, Moche y Supe, Pachacámac y Nazca han
descubierto, en sus capas profundas, los vestigios de Tiahua-
naco. El estilo tiahuanaquense en lo posterior se atenúa y se
extingue, principalmente en las riberas del Pacífico, para
dar paso a la reanudación de las culturas locales, la cual,
sin embargo, se realiza introduciendo notables innovacio-
nes, que se explican por inmigraciones sucesivas. Los mitos
las expresan. Así como el dios Con, en todo el Perú, re-
presentó a mi ver una irradicación centroamericana, directa
e indirecta, del numen supremo creador y civilizador, así
el dios Pachacámac (cuyo peculiar nombre debió de ser
1rma, a juzgar por un dato del Oidor Santillán), significa
otra invasión religiosa y aún étnica, pues su leyenda re-
fiere también que reemplazó con nuevos habitantes a las
criaturas de Con, a quienes convirtió en animales obscuros.
Al santuario de Irma, en el valle llamado después de Lu-
rín, acudían peregrinos de todo el Perú, y muy particular-
mente del litoral o llanos yungas, hasta de distancias de
300 leguas. Subsisten pormenores de una especial emigra-
ción, venida por mar a Chicama, y extendida cuando me-
nos a Pacasmayo (Pacatnamu) y Lambayeque (Lampa-
yec). Según Cabello Balboa, la dirigía el rey Naymlap.
Sus cortesanos y servidores se llamaban Fongasigdé, Pita-
sofí, Ollopcopoc, Llaschilulli, Xam, Ochocallo, que recuerda
el cali o el catl nahua; y entre sus herederos se nombra-
ban los príncipes Cium, Cumtipallec, Nofanech, Lanipat-
cum, Tempellac, de eufonía maya. Otros patronímicos
mochicas ulteriores son Xualap, Chialap, Chanchén, Nan-
l!ún, Ulmux, Tecop, Xacmal, Jutepete, Tolloc, Chipnuc, Yec-
mic, Uxuel, Coxtol, etc. Desembarcó Naymlap en las bocas
del río que denominaba Faquislangá (Collique o río actual
de Lambayeque). Edificó un templo que se decía Choto A-
tendamos a que Chob es una divinidad maya; y a que Cium,