EL IMPERIO INCAICO
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invaslOn de caris, que bajan del Callao desde las sierras
de PotosÍ, siempre por el mismo camino que viene del Sur,
vestidos con ropas angostas o jállaj pacba, enemigos de
los de ropas anchas o buiracocbas. Sabe también Pacha-
cuti que el dios Huiracocha de Tiahuanaco maldijo a los
collas y a su capital Yamquisupa, dejó asolada la gran
ciudad teocrática, por haber petrificado a los tiahuanaquen-
ses, y se retiró hacia el Norte. Tradiciones múltiples se-
ñalan Pucara y Cacha -(Cacha está a 18 leguas al Sur del
Cuzco, tierra de los Canas) (XII)- como los lugares en
que los invasores eolIas pelearon con los de vestiduras
largas, que eran los que retrocedían y a quienes la ima-
ginación popular transfiguró en amazonas, o sean mujere~.
El lugar de estos combates contra el curaca aymara Za-
pana es Chuncara, en tierra de los canas y Ayaviri (Cieza,
Segunda Parte, cap. IV). Enojado Huiracocha se retira
más al norte de Cachi; se refugia en tierra que siempre
ha sido quechua, como es Urcos - (Urcos está a 6 leguas
al Sur del Cuzco, tierra quechua) (XIII)- y allí le erigen
otro gran santuario. Es muy de reparar que en la leyenda
se le vea de contínuo bien acogido y adorado por los
quechuas, y que infaliblemente aparezcan ahuyentados y
exterminados sus servidores por los aymaras. En Santa
Cruz de Cahuana, región de los soras, los huiracochas
construyen edificios, caminos y templos. Más arriba, en
Huiñaque de Ayacucho, hay otros edificios, que Cieza ates-
tigua obra de los mismos huiracochas, con jeroglíficos mis-
teriosos. Subsiste, sin fallar en lo esencial, el triple y sig-
nificativo paralelismo del idioma quechua, de las tradicio-
nes de Huiracocha y de la penetración del estilo de
Tiahuanaco. Si el idioma ha desaperecido o no se arraiga,
cuando menos la alfarería tiahuanaquense acompaña las
huellas del dios. Tal sucede en la Costa con los yungas de
Calango, que adoraban en una roca los pies de Huiraco-
chao Dándoles razón, la arqueología contemporánea, en el