Libro digital 1 TOMO-5 | Page 242

214 JOSE DE LA RIV,b\CÜERO Huiracocha ( a ojos vista aprendido de los quechuas), sino l' abuacapa o Arnabuan. Tales eran sus denominacio- nes aymaras específicas; y el Padre Las Casas nos refiere que precisamente Huiracocha tuvo un hijo ingrato e infiel, llamado Tahuacapa. El dios lo arrojó hacia el mar, a las orillas del océano, en castigo de sus maldades; pero no murió, sino que regresó, según muchos otros textos de cronistas, para substituír y remedar a Huiracocha. Pocas leyendas podrán hallarse más reveladoras y esotéricas. El mito rasga aquí sus velos. El dios Huiracocha, blanco y barbudo, dispone la de- solación de Tiahuanaco, por la desobediencia de sus ha- bitantes, a quienes convierte en piedras. Se retira hacia el Norte, seguido de sus fieles, vestidos como él de ropas blancas, anchas y largas, de túnicas como las que mues- tran las estatuas de Tiahuanaco, y como en pleno régimen incaico y quechua las usaban los del ayllu de Tarpuntay, sacerdotes quechuas de Huiracocha y del Sol. Las barbas leyendarias se derivan de la corona que circunda al dios en la portada de la Acapana. En la misma hay un pescado o serpiente, reminiscencia del dragón maya, del Cuculcán que, como Huiracocha, produce los astros. Cuanto a los aymaras o colIas, a Cieza le contó Cari Apaza, el curaca aymara de Chucuito, que sus progenitores vinieron desde Coquimbo; y exterminaron en las orillas y las islas del Titijaja a los hombres blancos y barbados, o sea a los huiracochas. En las Relaciones yeográficas los aymaras confesaron no ser originarios del Titijaja, sino provenir unos de las punas de Caranga, y otros de la parte oriental en la laguna de Chucuito, lo que parece indicar el camino de Candarave o el de Omate, Carumas y el valle de Tam- bo, regiones todas esencialmente aymaras. Esto concuerda maravillosamente con el sentido de la emigración, revelada por Cari Apaza. El Yamqui Pachacuti Salcahayhua (por canaycanchis de raza bastante aymara) (XI) confirma dicha