EL IMPERIO INCAICO
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(viento en quechua) o tiene otra significación más recón-
dita; pero la segunda parte, cacha, que expresa la indi-
soluble y evidente relación con el lago Titijaja, es a todas
luces quechua y no aymara, porque si fuera aymara sería
cota. Huiracocha tiene además otros títulos rituales, íHaj,
tijsi, pachayacháchij. Se explican todos cumplidamente por
el quechua, y no por el aymara, según de igual modo ocu-
rre, y es muy de notar, con casi todas las religiosas
indígenas. No obstante, a los escasos sostenedores del im-
perio uru-puquina de Tiahuanaco, ya que se hallan tan
desprovistos de razones, les daré la buena noticia que tijsi
significa en esa lengua muerto o difunto, y vendría a de-
signar a un ascendimiento, algo así como el ayar o mallcfui
quechua. En el fondo no 10 creo sino una coincidencia in-
significante, mientras que el tejsi quechua (origen o prin-
cipio) se aplica de manera muy cabal a la esencia del mito,
que es la creación.
Infundadamente se quejaba Tschudi de la carencia de
datos leyendarios sobre el imperio tiahuanaquense. Los ay-
maras no los tienen a 10 menos en forma continuada y
satisfactoria, no obstante la tan cacareada antigüedad y pr:-
mogenitura de aquella raza. Los quechuas e incas sí tenían
muchos recuerdos pertinentes, como que cifraban el pa-
sado de ese enigmático imperio primordial en toda la lar-
ga leyenda de Huiracocha. Según Sarmiento de Gamboa,
los incas contaban que Huiracocha residió primero en
Pucara (lugar de grandes ruinas de estilo tiahuanaquense)
y en las sagradas islas del lago, y que de allí pasó a Tia-
huanaco, donde todos sus hijos tenían una lengua, y eran
parientes y vecinos. Al retirarse Huiracocha, las lenguas
se alteraron. De aquí, sin mayor esfuerzos de sagacidad
crítica, deduce cualquiera la difusión de los aymaras por
Tarapacá, Atacama y Chile, y su apartamiento del tronco
lingüista paleoquechua. Porque el nombre de la divini-
dad suprema para los aymaras no era con peculiaridad