Libro digital 1 TOMO-5 | Page 240

~12 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO reacciones de metalurgia, y llevaron dichos utensilios hasta las serranías cañaris y quiteñas. El azufre tiene nombre es- pecial en quechua. Se dice sallinarumi. No sé que 10 ten- ga en aymara. La lingüística nos esclarece también el origen racial de las divinidades de esa crepuscular época. No puede aceptarse cierta teoría del siglo XIX, que pretendió despo- jar a los mitos de todo contenido histórico, limitándolos a reflejos verbales o de fenómenos físicos. En la mentalidad prehistórica y protohistórica, la vida y hechos de un dios y sus emigraciones se confunden con los eventos y alterna- tivas de sus adoradores. El más antiguo númen de la mi- tología peruana parece Con, que en el relato de Cómara viene del Norte, creando, poblando y civilizando, y que convierte a los rudos y vencidos aborígenes en animales negros. Es la primera advocación que en nuestra Sierra a- dopta la misma divinidad colonizadora y benefactora de toltecas y mayas, el dios serpiente, que en efecto se llamó entre los mayas Can (Cuqui-cán o Cuculcán). Recorde- mos el culto a la serpiente o dragón en Chavín y en toda ia Costa. Con la fundación y el apogeo de Tiahuanaco, se presenta la segunda advocación, Huiracocha, cuyo rum- bo en el Perú, el Ecuador y Cundinamarca, es ahora al revés, de Sur a Norte. Hay algo puramente mítico en es- te rumbo, pero también la indicación de un hecho difu- sivo muy real. Huiracocha es sin duda el ídolo supremo de Tiahuanaco. Lo pregonan los monumentos y los primitivos cronistas, en forma muy categórica. Uno de los mejores arqueólogos peruanos, el Dr. Tello (coincidiendo con una antigua conjetura mía de 1906) lo cree el dios del cielo o del vie.nto, representado por el jaguar y el Cóndor. Otros se inclinan a especificarlo como el dragón celeste, el coco- drilo de la tempestad, simbolizado en dichos animales y la serpiente. Puede haber divergencia sobre la primera par- te de su nombre, sobre si buira es apócope de buaira