Libro digital 1 TOMO-5 | Page 237

EL IMPERIO INCAICO húmedo calor ojo quien diez honda carbón aficionarse ameno flojo o laxo soga leña llano perro huqui rupay ñahui pi chunca huaraca quillimsa munay páucar huaya . o huayaya huasca o huashca nanta pata allcu 209 muqui jumppi nayra o mami ji tunca jorahua quil1ima munaña pancara jayra ppala lahua laja o taya anuo y así se puede continuar indefinidamente. Nadie que esté en sus sentidos cabales desconocerá 109 vínculos entre los dos idiomas. Si es una monstruosidad hacer del que- chua un dialecto subordinado del aymara, como algunos (Von Buchwald) lo han estampado, no lo es menor tener 2. los dos idiomas por del todo ajenos, sin ningún paren- tesco patente. No negaremos, con el Padre Cobo, a con- siderar su hermandad tan íntima como la del español con el italiano. La comparamos a la del hebreo con el árabe, a la del sánscrito con el viejo persa; o, dentro de las co~ nocidas analogías de Europa, a la del latín con el griego, a la del gótico de Ulfilas con el teotisco, y a la del búl- garo con el polaco. Pero llamar al quechua un dialecto ay- mara es tan disparatado como o sería apellidar el latín un dialecto germánico. Negar el origen común del aymara y del quechua es como negar la comunidad del estirpe entre las lenguas indo-europeas. Batidos en este terreno los aymaristas, se acogen al argumento de las formas predominantemente largas en el aymara, para deducir su mayor antigüedad y su consiguien-