Libro digital 1 TOMO-5 | Page 236

208 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO provincias enunciadas, la que por consiguiente no es ve-- tustísima. Así que no hay tal prioridad aymara en ellas. Los idiomas andinos, y en general los americanos, son todos parientes por la estructura, por la morfología y fo~ nética; todos son polisintéticos. Desautorizan el axioma de Von Luschan, a saber, que hay razas aglutinantes, porque toda la americana lo es, y en forma especialísima. La dificultad estriba en precisar la derivación de las vo- ces, para demostrar la filiación o la real hermandad de las lenguas. Lo acelerado de la evolución lingüística en pue- blos que carecen de fijeza de textos escritos y que vivieron en gran aislamiento, produjo tal diversidad de formas ver- bales que aún aquellos muy próximos étnicamente no se entendían ni conservaban radicales comunes. La infinidad de idiomas en cada provincia, y hasta en cada pueblo, cau- saba el asombro y la desesperación de conquistadores y misioneros. Pero, si bien se mira, entre el aymara y el quechua, no hay ningún hondo abismo, por más que Uhle en un estudio, el más desdichado entre todos los suyos, no haya vacilado en declararlos del todo extraños, ajenos uno a otro, fuera del préstamo extrínseco de algunas pa- labras. Los demás lingüistas, en inmensa y abrumadora mayoría, reconocen la fraternidad de las dos grandes len- guas andinas. Hay entre ellas correspondencia de vocales, y variación bastante sistemática de consonantes. No se trata de etimologías fortuitas, ni de identidad de sonidos al azar. Por ejemplo: Castellano mar o lago el animal llama cada uno mitad muchacho Quechua cocha llama japa chuapi huambra Aymara cota caura sapa taypi mambra