EL IMPERIO INCAICO
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Huari. Por Cieza (Crónica 1" Parte, cap. 81), comproba-
mos que en Huamachuco y Cajamarca se hablaba un mis-
mo idioma. Luego hacia el Noreste advertimos la notable
variente del maynas, y al norte la muy dulcificada del
quiteño, cuya antigüedad ha despertado polémicas. Sos-
tienen algunos que data sólo de la conquista incaica, y que
es desdeñable por errado el texto del Padre Velasco sobre
la preexistencia en la comarca de Quito de un lenguaje
análogo al del Cuzco. Pero dando de barato el testimonio
del Padre Velasco, nos queda el muy valioso y fidedigno
de las Informaciones de Vaca de Castro, o sea casi al día
siguiente de la conquista español, las que con toda clari-
dad afirman que en la Sierra del Perú, «del Cuzco para
abajo ( o sea hacia Quito), todas las lenguas son allegadas
a la quechua, como la gallega o portuguesa a la castella-
na". El Padre Valera, que por su época (siglo XVI) alcan-
za autoridad muy semejante, corrobora la tesis, diciendo
que «en la mayor parte del Perú el quechua era casi natu-
ral; porque el lenguaje del Cuzco no se diferencia mucho
de las más lenguas de aquel imperio". A tales atestados a
raíz de la venida de los españoles, conviene agregar el de
nuestro contemporáneo Von Bouchwald, tan crudo anti-
quechuista, y que no obstante advierte y señala íntimas
similitudes con el idioma cuzqueño, no ya únicamente en
las lenguas de la meseta ecuátoriana, sino en las de su cos-
ta y tierras bajas, como son las de los Colorados y Cayapas
de Esmeraldas, y las de Babahoyo. Así se explica la faci-
lidad de la quechuización en Quito y sus provincias; por-
que los muy escasos setenta años del dominio incaico, son
del todo deficientes para la producción de dialectos y el
arraigo de la toponimia. Consta que el chinchaysimi ya
existía con variedad dialectal en la época del descubrimien-
to por Pizarro.
Tschidi repara en que eran lenguas extrañas a la ma-
yoría de la Sierra las llamadas ahuasj'mi, como lo demuestra