Libro digital 1 TOMO-5 | Page 229

EL IMPERIO INCAICO 201
cultura protonazca, también procedente de Centro América. Por todo este análogo substrato se explican las semefanzas con los mayas, en que tanto insiste Uhle ¡ las del idioma mochica con el chibcha o muisca y varios centroamericahOS ¡ la eufonía de Naymlap y sus compañeros, en la posterior inmigración marítima a Lambayeque ¡ el culto de Cepocatequill en las serranías de Huamachuco ¡ las coincidencias con las míticas trinidades mayas y nahuas, y mil otros sugestivos rastros.
Cuando esta raza braquicéfala septentrional se propagó en nuestro territorio, así en la Costa como en la Sierra, se haIlaban espaciados los uros por ambas regiones. En gran mayoría dolicocéfalos, bestiales sobre toda ponderación, meros cazadores y pescadores, son por la lengua los mismos puquinas, hermanos de los arahuacos del Brasil, que se extendieron desde la Guayana y las AntilIas hasta la Florida. Rivet sostiene, y a mi parecer prueba, que provienen del Este amozónico. Avanzaron por la depresión de la cordi1lera en la cuenca del Marañón ¡ luego ocuparon con el nombre de changos, las costas de Tarapacá y las del norte de Chile. De modo que hasta estos miseros uros fueron forasteros e inmigrantes. Los únicos verdaderos indígenas, en el relativismo que impone el origen asiático del hombre americano, los únicos primeros ocupantes inmemoriales, serán los otros dolicocéfalos de estatura alta( al revés de u­ ros y changos, que son muy bajos), los extintos pescadores antropófagos, cuyos vestidos ha hallado Uhle en las cavernas y muladares de nuestro litoral. Tomen debida nota los radicales indigenistas de tan importante hallazgo. Si prevaleciera la absurda doctrina que sólo supone legítimos dueños del territorio a sus autóctonos, si nada importan para la justificada posesión y dominio el largo transcurso de los siglos y los incalculables beneficios acarreados, no sólo el elemento español sería el intruso, sino que lo serían también las antiguas razas braquicéfalas americanas que tra-