Libro digital 1 TOMO-5 | Page 220

19'2 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO naron, como lo puntualizaré después, junto a los grandes lagos de Nicaragua y Managua, y los menores de Guate- mala. Ya he dicho en la lección anterior que nuestras pri- mitivas culturas, las protoides, fueron las de los valles cos- teños. Sorprende también en Tiahuanaco la ausencia de ca- sas o viviendas particulares, proporcionados a templos y palacios tan ingentes. Se descubren algunas subterráneas, sin duda habrá otras más; pero no corresponden a la en- tidad y extensión de los edificios públicos. Fue, según to- das las conjeturas, una capital teocrática, un centro de ritos y sacrificios; pero la población civil estable, en caso de ser numerosa, ocuparía efímeras cabañas de barro, que no han dejado huellas, como ocurre en los mayores cen- tros mayas y como hubo de ser la capital política y guerrera, coetánea o inmediatamente posterior a Tiahua- naco, Hutuncolla o Paucarcolla. Dicha suposición se ha adoptado por varios autores, atribuyéndosela a otros. N o es de admirar que la antigüedad de las ruinas de Tiahuanaco inspire muy diversos sistemas, temerarios y estupendos algunos. Se ha popularizado el de Posnansky, arqueólogo polaco avecindado en La Paz, quien les asigna la prodigiosa antigüedad de más de diez mil años; y ex- plica su destrucción por inundaciones y catástrofes geo- lógicas, a mi ver muy improbables. Sin llegar a tales fan- tasías, émulas de la hipérbole cronológica de los brah- manes, o de los mandarines chinos para sus dinastías primeras, el muy docto astrónomo y arqueólogo alemán Ervin Paul Dieseldorff, a quien ya me he referido en la lección pasada, les concede cuando menos cuatro mil a- ños de antigüedad, apoyándose en cálculos sobre la ob- servación de las revoluciones sinódicas de los planetas, que ha advertido en Copán y cuyo origen sitúa en los obe- liscos tiahuanaquenses. Según esto, habría que remontar la fundación de Tiahuanco a la edad en que comenzaban las