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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
por el perfeccionado cultivo de la papa y la domesticación
del llama; pero cuando menos los obstáculos naturales
igualaban y contrabalanceaban las ventajas. Es cierto que
ocurre con frecuencia en la historia ser las regiones agrias,
quebradas y difíciles, focos de culturas primitivas e inten-
sas, centros de dispersión de pueblos. Tal ha sucedido con
el Himalaya y el Pamir, y con los Alpes y los Pirineos.
Son regiones prolíficas, a pesar de su esterilidad natural;
y no impiden la emigración y la difusión de culturas. Pero
una cosa es la mera posibilid;:td y otra la efectividad del
origen de las nuestras en la Sierra.
Se ha hecho gran estrépito con ciertos resultados de
las excavaciones de nuestro gran arqueólogo Teno, para
invalidar los que su maestro el Dr. Uhle, indudable fun-
dador de la arqueología peruana, estableció a principios
de este siglo. El descubrimiento de las ruinas preincaicas
de Nepeña, que parece ser una colonia o filial del andino
Chavín, ha dado lugar para que aceleradamente se declare
de manera dogmática la procedencia cronológica de las cul-
turas serranas, porque en Nepeña el estrato del estilo de
Chavín aparece más hondo que el clasificado como pro-
tochimú. Pero es que Uhle no afirma, por lo menos en
sus escritos recientes y definitivos, que la cultura proto-
chimú sea la más antigua, ni siquiera coetánea con la pro-
tonazca y protolima. Quedarían, pues, refutados el pro-
fesor Kroeber o el Dr. Doering, los cuales quizá admiten
aquella contemporaneidad; pero de ninguna manera Uhle,
que la niega. Para este sabio excavador, tan perito en di-
ferenciar las capas superpuestas, la cultura protonazca no
sólo se presenta como la primera después del primitivo
salvajismo, constatado desde Supe, Ancón y Chorrillos has-
ta Arica y Taltal, sino que dicha cultura protonazca, que
aparece sin antecedentes locales, como una importación
extranjera, influye a su vez en Chavín después de haber
rngendrado la protolima en este valle, cuyas dilataciones