Libro digital 1 TOMO-5 | Page 211

EL IMPERIO INCAICO 183 de la época evolucionista y sus vulgarizadores como Le Bon, se ha reducido hoy considerablemente, porque se fun- daba en deducciones astronómicas y geológicas arbitrarias. Ya en la edad cuaternaria superior podían estar diferen- ciadas las razas, aunque ocuparan zonas muy distintas de las actuales, conforme lo acepta Mortillet al considerar a los mongoloides esquimales como la primera colonización que nos vino de Europa. Así lo probó el Dr. Capitán (IV). Aun refutadas definitivamente las ambiciosas hipótesis de Ameghino y convencidos de falsos ciertos descubrimientos del hombre fósil, verbigracia el de los cráneos de Colora- do en los Estados Unidos, quedan otros casos en ambas Américas, en los que, si los cráneos no están siempre iden- tificados como cuaternarios, lo están a no dudar instru- mentos humanos de piedra tallada según tipos primitivos, incluso el aquelense. En el Brasil los Botocudos, y en la Tierra del Fuego los Y ámanas y Onas están hoy mismo (con sus escasos y aislados sobrevivientes), en la edad paleolítica musteriense. El aquelarse y el musteriense corresponden a los tipos Tasmanios y del Bumerang (Fue- ginos, Chaqueños, Patagones) (V). Ni faltan en algu- nos hallazgos restos humanos que parecen identificarse con el tipo de Neanderthal. Pero hay que advertir que las épocas paleontológicas no coinciden en el antiguo y nue- vo continente; y como el paisaje amazónico evoca en muchos aspectos el mundo terciario, así también faunas muy atrasadas parecen haber perdurado en ambas Amé- ricas hasta épocas recientes. Tal ha ocurrido en las pampas argentinas. Los indios algonquinos de los Estados Unidos recordaban en sus cuentos al mamut, y el elefante se halla dibujado en grandes túmulos de la misma región. Es que América, continente nuevo por tantas razones, ha resul- tado con frecuencia el refugio de lo arcaico. La industria paleolítica que en Europa está a milenios de extraordina- ria profundidad, aparece casi contigua en América con