EL IMPERIO INCAICO
163
fragables e indisolubles. La lengua secreta o privativa de
los incas, de que habla Garcilaso (Comentarios Reales,
Primera Parte, Libro VII, cap 1), existió indudablemente;
pero jamás escribió ni imaginó Garcilaso que fuera aymara.
Es ésta una falsa suposición del desaprensivo Middendorf,
desbaratada con el estudio de Markham, y los textos con-
cordantes del Padre Cobo y Santillán. El P. Cobo supo,
de labios de D. Alonso Túpac Atau, descendiente de los
últimos soberanos, que el idioma secreto incaico no era
sino el dialecto de la región solariega de Pacaritambo,
en la actual provincia de Paruro; y el Oidor D. Hernando
de Santillán, en el párrafo segundo de su célebre relación,
afirma que la lengua particular y natural de aquel lugar
de Pacaritambo era quechua. No existe, pues, la menor
incertidumbre: el peculiar idioma incaico en realidad fue,
como tenía lógicamente que ser, la variedad dialectal que-
chua del lugar originario de las cuatro tribus o Ayar. Di-
chas cuatros tribus representaban el núcleo de los orejo-
nes o incas I y tales clanes en su conjunto, unidos a los
primitivos confederados, y todos ellos quechuas, componían
los llamados incas de privilegio descritos por Garcilaso,
casta superior consanguínea, milicia especial, nobleza con-
quistadora y hereditaria, que gobernaba el Tahuantinsuyo.
Siendo quechuas todos los incas, hasta los de inferior gra-
do, y estando demostrado hasta la saciedad, por un cen-
tenar de autoridades cuando menos, que los incas de
Pacaritambo y sus congéneres, como 105 cahuinas, prove-
nían del Collao, parece superfluo insistir en evidenciar aún
más que el Collao estuvo un tiempo habitado por los
quechuas.
Los primeros sucesores de Manco, los dinastas bu-
rincuzcos, fueron de ordinario 105 jefes electivos o sincbis
de una confederación quechua considerable y dilatada. No
me guío ciertamente por el solo Garcilaso. Según las Infor-