Libro digital 1 TOMO-5 | Page 190

162 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO yas. Con las Informaciones del Virrey Toledo quedó ar- chiprobado que el relato de los cuatro Ayares no es un mito, sino una leyenda, con sólido y copioso fundamento rea1. Manco no es una figura imaginaria, no es epónimo en el sentido de ficticio, porque hubo un caudillo vence- dor en la emigración y rivalidad de los cuatro clanes (ha- cia mediados del siglo XI de la Era Cristiana); y su nom- bre se preceptuó como individual, con vástagos agrupados en cofradía o panaca genealógica, igual a las de los mo- narcas posteriores, y con culto privado, semejante al de éstos, limitado a su ayllu peculiar, acomodado a un héroe o progenitor anténtico, y no el público o general, como habría correspondido a una advocación solar o a un nú- men naturalista. No entraré en sutilizar sobre los ayllos incaicos, como lo hacen con innegable competencia los eruditos Latcham, VaIcárcel y Urteaga. Sólo diré que dichos ayllos me pa- recen del todo agnaticios, o sea atentos meramente a la descendencia varonil y para nada a la uterina. Lo mismo ocurre con todos los linajes quechuas; y los vestigios del matriarcado o promiscuidad primitiva se hallan más bien entre los aymaras, cuya lengua posee términos sobreabun- dantes para la filiación y parentela femeninas. En vista de los explícitos textos de la información ordenada en el Cuzco el 4 de Enero de 1572 por el Virrey D. Francisco de Toledo, creo inobjetable la identificación de los AH- cahuizas con la tribu de Ayar Uchu, y probabilísima la de los Sahuasiray y Antasáyaj con los otros dos restantes aya- res. La osada negativa de Uhle sobre el primer punto (Ori- gen de los 1ncas, Congreso de Americanistas de Buenos Ai~ res) no sirve sino para demostrar su aceleramiento y ofus- cación en la materia. El quechuísmo de los incas y su procedencia del Ti- tijaja, en alto grado significativa para la teoría que sus- tento, constituyen, mal que le pese a Uhle, dos tesis irre-