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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
Cieza y otros se induce que la semiaymarización chanca
del valle de Andahuaylas no remonta sino a los tiempos
de la segunda dinastía incaica, pues fue contemporánea de
Inca Roja, y traía camino del poniente, partiendo de las
punas de Choclococha y de Chuquibamba de Condesuyos,
confinantes con las ya sojuzgadas comarcas de Lucanas,
Cabana y CaylIoma i y que los aymarismos de huancas,
huánucos y chachapoyas provienen del éxodo de los chan-
cas bajo el Inca Huiracocha.
El arrinconamiento de los quechuas, estrechados al
Sur por los collas y al Oeste por los chancas -parientes
de los colla s, y que fueron como el ala izquierda move-
diza y más rápida de su tremenda invasión- se descubre
palmaria aunque inconscientemente en los relatos de Gar-
cilaso. Por eso admito, de acuerdo con el Dr. Urteaga y
como de la mayor verosimilitud, que es infiltraran gentes,
clanes, usos y nombres aymaras, en tan revueltos tiempos,
hasta las márgenes del Apurímac y del Huilcamayo, per-
turbando o desalojando parcialmente la civilización de la
"muy antigua nación quechua", según la llama Cieza. Esta
colonización o contaminación aymara ha debido de pro-
ducir cierta variación en los ritos fúnebres, como lo insinué
arriba, por más que el enterrar en cuclillas estuvo muy
difundido en todas las regiones y épocas del Perú autóc-
tono, hasta en las primitivas culturas costeñas. También
la invasión puede invocarse para las semejanzas de algu-
nas ruinas del Urubamba, como Písaj, con el estilo de las
chulpas i y para cierta onomástica de tribus y localidades
cuzqueñas. Mas en todo esto, y muy particularmente en
las etimologías, hay que ir con gran parsimonia y pruden;
cia, a fin de no caer en las clamorosas exageraciones de
los aymaristas. Yo no creo ni siquiera que los canchis y
canas fueran por entero de raza colla, sino quechua-ay-
maras, o sea poblaciones mixtas, infIuídas y domeñadas
por los conquistadores del Collao. Su toponimia, sus tra-