Libro digital 1 TOMO-5 | Page 188

160 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO Cieza y otros se induce que la semiaymarización chanca del valle de Andahuaylas no remonta sino a los tiempos de la segunda dinastía incaica, pues fue contemporánea de Inca Roja, y traía camino del poniente, partiendo de las punas de Choclococha y de Chuquibamba de Condesuyos, confinantes con las ya sojuzgadas comarcas de Lucanas, Cabana y CaylIoma i y que los aymarismos de huancas, huánucos y chachapoyas provienen del éxodo de los chan- cas bajo el Inca Huiracocha. El arrinconamiento de los quechuas, estrechados al Sur por los collas y al Oeste por los chancas -parientes de los colla s, y que fueron como el ala izquierda move- diza y más rápida de su tremenda invasión- se descubre palmaria aunque inconscientemente en los relatos de Gar- cilaso. Por eso admito, de acuerdo con el Dr. Urteaga y como de la mayor verosimilitud, que es infiltraran gentes, clanes, usos y nombres aymaras, en tan revueltos tiempos, hasta las márgenes del Apurímac y del Huilcamayo, per- turbando o desalojando parcialmente la civilización de la "muy antigua nación quechua", según la llama Cieza. Esta colonización o contaminación aymara ha debido de pro- ducir cierta variación en los ritos fúnebres, como lo insinué arriba, por más que el enterrar en cuclillas estuvo muy difundido en todas las regiones y épocas del Perú autóc- tono, hasta en las primitivas culturas costeñas. También la invasión puede invocarse para las semejanzas de algu- nas ruinas del Urubamba, como Písaj, con el estilo de las chulpas i y para cierta onomástica de tribus y localidades cuzqueñas. Mas en todo esto, y muy particularmente en las etimologías, hay que ir con gran parsimonia y pruden; cia, a fin de no caer en las clamorosas exageraciones de los aymaristas. Yo no creo ni siquiera que los canchis y canas fueran por entero de raza colla, sino quechua-ay- maras, o sea poblaciones mixtas, infIuídas y domeñadas por los conquistadores del Collao. Su toponimia, sus tra-