EL IMPERIO INCAICO
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por una peculiar y lujosa cerámica, y estupendos edificios
muy desemejantes de aquel estilo posterior de las chulpas
collas o aymaras.
IV.-Las figuras tiahuanaquenses no ofrecen con evi-
dencia la deformación craneana aymara (D'Orbigny), y
empuñan como arma la estólica, mientras que los collas y
atacameños empleaban el arco.
V.-La divinidad del gran lago, creadora y protec-
tora de Tiahuanaco, no lleva nombre aymara sino quechua,
pues se llama Huiracocha y jamás Huiracota¡ y consta
que el dios colla equivalente, Arnahuan o Tahuacapa, fue
moderno, adventicio y enemigo del primero.
Vl.-Los collas no se tenían por aborígenes de Tia-
huanaco, sino que recordaban su venida del Sur y del
Este, como expresamente se consigna en las Relaciones geo-
gráficas.
VI l.-La ciudad de Tiahuanaco fue violentamente des-
truida, aun antes de acabados sus templos; y su destruc-
ción coincide con la expansión aymara hasta c-erca del
Cuzco y de Chincha, que penetró de un lado en tierras
quechuas y de otro en colindantes con yungas costeñas,
por una edad no muy alejada de los orígenes incaicos. Y
no parece verosímil suponer que los eolIas arruinaran su
propio santuario, precisamente en la época de su mayor
poderío y pujanza.
Todo arguye, pues, que los destructores del antiguo
Tiahuanaco fueron los invasores meridionales o .caris men-
cionados con suma claridad. por Cieza, los indudables fo-
rasteros collas, que se identifican, por mil particularidades
e inferencias, con los atacameños de Uhle.
Al grande pero arbitrario arqueólogo Max Uhle, le
ha ocurrido, con esta inmigración atacameña, que él ha pues-
to en tanta trasparencia y resalto, percance semejante al que
según la Biblia le ocurrió al profeta Balaam. Determinado a
maldecir a los hebreos, Dios hizo que trocara sus denuestos