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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
No le concedemos importancia mayor a la asendereada
Historia de Quito del P. Velasco; pero es cuando menos
curioso que reconozca el quechuísmo preincaico (vol. 11,
pág. 54, ed. de 1841) de un país en que hay tantas hue-
llas del estilo tiahuanaquense y de las tradiciones del dios
Huiracocha, y en que la mitad de los nombres de lugares
se explican por el quechua 'iG. ¿Qué pudo moverlo a tan
especiosa mentira? Erró sin duda al atribuir idioma de fa-
milia quechua a los Caras, pero pudo confundirlos con los
Quitos o sus predecesores 77. La asimilación con los perua-
nos incaicos, fue en aquellas comarcas admirable por ra-
pidísima. Nombres, usos, armas modernas y antiguas,
supersticiones; todo fue uniforme con el Cuzco. La ter-
minación característica cay, en las localidades del Cañar,
no puede ser mías quechua.
Lo propio sucede en el Tucumán. Mientras que en el
Norte de Chile prodminan los términos aymaras 78, a me-
76 Algunas de las observaciones en contrario del Arzobispo González Suárez
(Aborígenes de Imbabura y Carchi, Quito, 1916), son dignas de rivalizar con las de
Uhle. Niega que Imbabura sea nombre quechua, por no existir en esta len-
gua la b, olvidando la ley de dulcificación del quiteño y demás dialectos sep-
tentrionales. Ignora etimologías peruanas tan claras como Hatuntaqui, Tupu, Co-
tacachi, Pacha Cuicocha y Caranquis. Cree caribe la partícula pi en Cayambi.
Milagro que no abone el origen antillano o chibcha de las quechuísmas toponi-
mias Chimborazo Cumbe, Huaytara, Huayllabamba, Cachillajta, Quero, Tunguragua
(de 9"uncur-buay, sitio de la garganta), Urcuqui y Quito. No ao aventaja en
tino filológico el buen Otto von Buchwald [Ból. de la Soco Ecuat. tomo 1, año
1918, pág. 248).
77 Los mismos que rechazan totalmente a Velasco (Uhle, González Suárez),
suel!en hacer caudal de Montesinos. Bueno será recordar que este escritor, aun-
que tan inseguro como el jesuíta de Ríobamba, tiene por tesis principal la
existencia de Un antiquísimo imperio quechua predecesor del de los Incas. Uhle
utiliza en demasía a Montesinos para dudosas particularidades, sin hacerse
cargo de su esencial afirmación.
78 No es cierto que, como ahora pretende Uhle, los nombres geográficos
del Norte de Chile, Oeste de Bolivia y Sur del Perú sean en su totalidad
atacamños (9"acna y 'Arica, 'Bol. de la Soco Ecuat.; Enero de 1919). Son casi
todos aymaras, según él mismo ha contribuí do a probarlo en otras ocasiones; o
mejor, son a la vez aymaras y atacameños, como lo explicamos arriba. La ter-
minación uma del! cerro Tuluma en Lípez, Viluma, Locumba, Cobija, vienen de
raíces eolias conocidísimas (rucumpa para los dedos; cupi-sa, de la derecha).
También son aymaras Lípez y Potosí (Potochi); y Tacora (algarrobal). Iquique