EL IMPERIO INCAICO
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reproduce (monolitos, nave metálica de contención, signo
escalonado, etc.). El segundo sistema arquitectural incaico,
el de sillares labrados y medianos, parece la lógica evolu-
ción de continuidad. En general, el estilo de los Incas es
tan manifiestamente la continuación normal y el desenvol-
vimiento del de Tiahuanaco, que hasta Uhle ha debido
reconocerlo aSÍ, mal que le pese, en uno de sus incoheren-
tes párrafos, por más que en otros lo niegue con redoblado
capricho 55. Si el mismo Uhle constata que en la quebrada
del Vilcanota hay alfarería tiahuanaquense, con la que se
inicia la incaica, ¿porqué obstinarse, contra la evidencia,
en sostener la absoluta y radical imposibilidad de que, jun-
to con su cerámica, cuatro tribus pequeñas, o a lo más
diez ayllos o linajes, viajaran del Conao a las próximas
sierras de Paruro, y al cabo de largas estaciones prosiguie-
ran su marcha la Cuzco?
La objeción de que las memorias primitivas, según
Gennep ha probado, no persiste más de cuatrocientos años,
y que así no han podido los Incas retener el recuerdo de
esta emigración, es singularmente ociosa y contradictoria
en el presente caso, porque la cronología de las civilizacio-
nes peruanas que Uhle reitera con tan gran ahinco, su-
pone la decadencia final y ruina de Tiahuanaco, con el
término de la pura influencia atacameña, hacia el siglo XII
de nuestra era 56; Y de seguro que por entonces, o muy
poco después, ocurría el establecimiento de las tribus incas
en el valle del Cuzco.
No atinamos a comprender tampoco el afán de im-
pugnar que l~s primeros Incas se intitularan tales, contra
la autoridad expresa de los analistas, que así los denomi-
nan. No es ~enos antojadizo el completo salvajismo con
que se complace en acriminar a Manco y sus compañeros,
55 Uh1e, Origen de los 1ncas, pág. 326.,
56 Uh1e, .Arequeología de .Arica y ::r"cna, (Bol. de la Soco Ecuatoriana, tomo
Ill, 1919).