Libro digital 1 TOMO-5 | Page 166

138 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO
Por las particularidades de sus fábulas, se ve que tenían animales domésticos( el napa). vasos de oro( tupacusi), semillas sagradas, vestidos preciosos, armas arrojadizas e insignias religiosas( súntur- páucar y túpac- yauri) I que miraban en agüeros y estrenas, y que practicaban un conjunto de ritos complicados 67, como conviene a sucesores de una barbarie teocrática, según hubo de ser la de Tiahuanaco.
Topamos en Uhle razonamientos por demás inconexos. Asevera que los Incas, por adorar momias e infinidad de santuarios o huacas, y ejecutar sacrificios humanos, no pueden ser continuadores de los antiguos tiahuanaquenses.
¿ Tan seguro está Uhle de que la materna civilización del lago no era politeísta, ni veneraba a los difuntos, ni ofrecía sangre humana a ninguna de su deidades? Hay muchas otras razones de igual fuerza y pertinencia. Bien estará que las dejamos, por ser superfluo y poco caritativo encarnizarse en tan extremas debilidades. Oponerlas a la evidentísima filiación de los Incas, ejecutoriada con pruebas de tanto valor, parece género de ceguedad incurable o gana de perder al tiempo.
La cuna de la estirpe incaica en el Titijaja es uno de los pocos puntos esclarecidos, con toda especie de COngruencias y verisimilitudes, en la crepuscular protohistoria del Perú. Los Incas no son por cierto los constructores de Tiahuanaco, y nadie ha proferido este dislate, porque hay que distinguir larga sucesión de tiempos y generación de estilos; pero no hay inconveniente alguno para afirmar que son los Incas vástagos, herederos y restauradores legítimos de la cultura megalítica, que floreció en el Collao y en Tiahuanco culminó.
57 Consúltese principalmente \ Ios
citados Betanzos, Coba y
Sarmiento de
Gamboa.