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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
Nosotros sostenemos que los verdaderos eolIas, los
Aymaraes constructores de las chulpas, no son sino los
Atacameños de Cari, llegados al altiplano en su mayor
porción siguiendo la vía de Potosí y Carangas, indicada
por varios cronistas y muchos restos arqueológicos; y cree-
mos que no tenían sino un parentesco lejano con sus víc-
timas los huiracochas de Tiahuanaco. Estilo, ritos, lengua,
costumbres; todo era divergente en las dos naciones an-
tagonistas. A más de la oposición de arquitectura, cerá-
mica y vestidos, que arriba hemos apuntado, se comprueba
que era diversa la manera de enterramientos. Los cadá-
veres de los antiguos tiahuanacos se hallan extendidos hori-
zontalmente, y no en cuclillas, como es el uso colla y el
atacameño 88. No sólo Cieza reparó en que los gigantes
de Tiahuanaco visten de muy distinta manera que los na-
turales de la comarca. No sólo D'Orbigny ha advertido
que en las estatuas megalíticas no aparece definida la de-
formación craneana circunferencial (sarta uma), conser-
vada por los Aymaras hasta después de la conquista cas-
tellana 89. A duras penas, alguien ha creído reconocer en
uno de los bustos que se yerguen junto a la iglesia, el
chuco de todo el Col1ao 40. Pero más que por este bonete,
de forma bastante común,