EL IMPERIO INCAICO
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quibamba, sino al Norte, hacia la cuenca del Huilcamayo.
Las provincias de Canas y Can chis fueron conquistadas;
y la contraposición de las dos razas se advierte en ella, no
sólo en la lengua (toponimia aymara de Oruro el menor y
Ancocahua), y en las sepulturas a manera de torres o Chul-
pas eolIas, sino en la dureza y tiranía de los curacas, de
origen extranjero 20. En Cacha, indecisa frontera, semique-
chua, semiaymara, existía un famoso templo de Huiraco-
cha, con tradición de que los habitantes atacaron y preten-
dieron matar al dios. Más allá, en Muyna de Urcos, en
pleno país quechua, se elevaba otro renombrado templo del
Tijci Huiracocha, de quien narraban que fue bien acogido
y reverenciado por los habitantes del lugar, cuando llegó
del Collao (Sarmiento de Gamboa, cap. VII). Los indios
Cahuinas, al sur de Quiquijana, orejones y antiquísimos
confederados de los Incas, creían "que sus primeros padres
habían salido de una laguna"; y que las almas de todos los
de la tribu, "después de la muerte iban al gran lago, don-
de había sido su principio"21. La emigración de los clanes
incaicos desde Pacaritambo y la fundación del Cuzco por
Manco Cápac, están íntimamente unidas con' la religión de
Huiracocha 22 Uno de los mayores soberanos incas se ape-
llidó Huiracocha. Sabidísimo es que en los templos impe-
riales, en la gran fiesta del Raymi y en las oraciones solem-
nes del Tahuantinsuyo, la fugitiva divinidad de Tiahuanaco
obtenía la primacia sobre el Sol. En la contienda decisiva
20 Cieza, Crónica, cap, XCVII.
21 Cieza, Crónica, cap. XCVII; Y Garcilaso, Comootarios, Primera Parte,
Ubro 1, cap. XX.
22 Pasma que UbIe se haya atrevido a negarlo (Origen de los 1ncas, Actas
del :X:1'11 Congreso de Americanistas, Buenos Aires, 1910, pág 307), asentado que
el culto de los Incas a Huiracocha no se remonta sino al reinado de Pachacútec, sin
alegar razón alguna; salvo Garcilaso, todos los cronistas aseveran y repiten hasta
el cansancio que eran adoradores y discípulos de aquelila divinidad los legendarios
abuelos del imperio cuzqueño. Véanse, entre otros, Cieza, Señoría de las 1ncas,
cap. VIII; Betanzos, caps. I y II; los dos Molinas; Juan Santa Cruz Pachacuti,
sobre Tonapa Huiracocha y Aputampu, el padre de los Ayar; Pedro Pizarro; y
por fío, el P. Cobo, Historia del :Nueva :Mundo, Libro XII, cap. III, y Sarmiento