EL IMPERIO INCAICO
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Al rechazar Uhle el origen atacameño de los Aymaras
y su emigración del S. O. al N. E.,11 a más de ponerse en
flagrante contradicción con sus asertos de la influencia e
invasiones de Atacama en el Callao y todo el Perú, desco-
noce a sabiendas dos palmarias verdades: la autoridad
inatacable de los textos de Cieza, y el hecho comprobado y
evidente de que esos desiertos bolivianos y chilenos fueron
antiguamente fértiles, arbolados y pobladísimos.
La segunda parte del relato de Cieza es aún más
significativa. Los bombres blancos y barbados, extirpados
por las hordas de Cari en las islas del Titijaja, no pueden
ser sino los compañeros y adoradores del dios creador y
civilizador Huiracocha, también blanco, y de luengas bar-
bas y vestidos talares, ataviado con grandes báculos, ja-
guares y serpientes, según nos lo decriben los cronistas;
el dios cuyo mito está indisolublemente unido al lago y en
cuyo honor se erigieron las grandes construcciones de Tia-
huanaco. La portada monolítica de la Acapana nos lo
muestra con sus atributos tradicionales, recibiendo los ho-
menajes de sus auxiliares antropomorfos y zoomorfos. Los
expertos americanistas Celia Nutall y Julio Tello 10 han
identificado como el dios de la lluvia, cuya primitiva repre-
sentación fue el jaguar, y cuyos principales símbolos son
un pez y un pájaro 12.
Los vínculos, cada vez más probables, de los orígenes
peruanos con las civilizaciones de Centro América y Mé-
jico, aproximan extraordinariamente el ciclo mítico de Hui-
racocha a los de Quetza1cohuatl y Tláloc, divinidades az-
tecas del viento y la lluvia, y al de Cuculcán, el benéfico
11 Max UbIe, Esfera de influencias del país de los 1ncas, pág. 14 de la Reo.
:Híst. del Perú, 1909, tomo IV.
12 Celia Notall (Congreso de Americanistas de Roma, año 1926, Vil\. 1, págs.
132 y sgts.)-Doctor Julio Tello, 'Wira·Cocba, Vol. 1, Lima, 1923; y Antiguo
Perú, Primera época, Lima, 1929.-Las misteriosas barbas deben de ser recaerdo
de la aureola o complicado collar de la imagen central en la gran portada, qui·
zá gotas de lluvia estilizadas.