Libro digital 1 TOMO-5 | Page 146

118 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO AUTORIDADES HISTORICAS DE LAS QUE SE INFIERE QUE LOS FUNDAMENTOS DE TIAHUANACO NO FUERON A YMARAS Los indios que habitan hoy el altiplano de La Paz, y en consecuencia el pueblo de Tiahuanaco, se denominan, con manifiesta equivocación, aymaras, confundiéndose así con los de las provincias quechuas de Aymaras y Antobam- ba en el Perú, porque los jesuítas misioneros, como los grandes lingüistas Bertonio y Holguín, por primera vez estudiaron, después de 1550, la lengua de aquéllos en una colonia de estos segundos establecidos en Juli, que eran mitimaes, tranportados de las más genuinas tierras que- chuas del Apurímac 7. Para mayor comodidad, seguirem.os he dicho tal, sino que el imperio de Tiahuanaco debió de ser fundado por que- chuas o proto-quechuas; y que a Una rama de la raza quechua corresponde el imperio posterior de los Incas. Me he limitado a expresar el lazo de filiacióu en- tre amhas culturas cada día más comprobado por las modernas investigaciones, y que el mismo Uhle contribuye a poner en muchas ocasiones de manifiesto. En e~ Cuzco, en la hoya del Huatanay, se ha descubierto alfarería con ornamentación de Tiahuanaco. Por los numerosos desmentidos que a sí propio se da, Uhle (Posición bistórica de los Áymaras) ha reconocido que los Incas fueron quechuas; y que la cultura incaica es la última transformación de la de Tiahuanaco, después de la que Hama colla-cbulp~ (que es la que yo creo aymara). Paladinamente ha suscrito que en el valle de Vilcanota se halla cerámica tiahuanaquense, con la que se inicia el estilo incaico (pág. 36 de la referida disertación Orígents de los 1ncas). Confitentem babemus. 7 Uhle ha apuntado qne estos mismos aymaras del Apurímac eran de raza e idioma eolias (Orígenes de los 1ncas); pero conviene dejarle la responsabilidad de sus arriesgadísimas etimologías, que con sobrada frecuencia lo engañan. Las terminaciones yt:, aya, l1a, ni, y bua, en que insiste demasiado pueden ser per- fectamente quechuas. Su manía de aymarizarlo todo, 10 lleva a aniquilar el que- chua, a barrerlo y negarlo dondequiera, o a recluirlo en cantones tan estrechos que seTÍa un prodigio estupendo que lengua hablada en insignificantes y muy reducidos distritos, y extraña a los dominadores Incas (aunque ya vimos que en esto vacila y se desdice), llegara de pronto a imponerse en un vastísimo imperio, haciendo retroceder precipitadamente en pocas generaciones a la universal aymara, y produciendo dialectos con inaudita rapidez. Extremos tales son contraproducen- tes y significan la negación del espíritu crítico. No comprendemos cómo ha podido Uhle alegar a Garcilaso para sostener que en los principios del imperio