Libro digital 1 TOMO-5 | Page 139

EL IMPERIO INCAICO 111 apagarse en el aislamiento el último foco de la reivindica- ción nacional. El mismo príncipe Paullu, hermano del so- berano indio, se hizo auxiliar y servidor sumiso de los con- quistadores. Cuando Manco, tentando una vez más la suer- te, y aprovechando la guerra civil entre el Virrey Núñez de Vela y Gonzalo Pizarra, avanzó de nuevo sobre el Cuz- CO, fue asesinado por unos soldados españoles, almagristas prófugos, a quienes había concedido hospitalidad. Su hijo y heredero, Sayri Túpaj, se dejó convencer por las pro- posiciones del Virrey Marqués de Cañete. Salió del asilo de sus montañas (en las que se quedaron, con unos pocos curacas y capitanes, sus dos hermanos menores, Titu Cusi y Túpaj Amaru) ; y consintió en recibir el bautismo y jurar obediencia al Rey de Castilla, a cambio de un repartimiento y otras varias mercedes. Murió en breve (1560), Y el mis- mo Titu Cusi Yupanqui se resignó a bautizarse en Vilca- bamba. Por fin, el Virrey Toledo, hizo sacar de las selvas al posterior sucesor, Túpaj Amaru, y a su errante y exigua corte. El infeliz mozo Túpaj Amaru fue ajusticiado en la Plaza Mayor del Cuzco; ahorcados o desterrados sus deu- dos y compañeros; y así acabaron la estirpe masculina de los reyes Incas y la última sombra de su monarquía (Agosto de 1573). Es claro que a nadie puede ocurrírsele al presente considerar a los Incas como inventores del Comunismo pe- ruano. La comunidad de aldea con sus agregados y com- puestos (respectivamente, el ayl1u, la llajta y la marca) es una institución primordial y espontánea, que aparece en los comienzos de la evolución de casi todas las sociedades. En el Perú, su origen debe de confundirse con el de la misma agricultura. Pero en muy veraces relaciones 40, quedan indi- 40 Por ejemplo, en la de Santillán (párrafo 54).