112 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO
cios de que ciertas provincias habían alcanzado formas de propiedad o explotación agrícola mucho más particularizadas, destruídas por la conquista incaica, que en todas partes impuso su inflexible colectivismo. Puede rotundamente afirmarse, que los Incas llevaron la socialización económica al más alto grado de desarrollo y madurez asequible en un imperio belicoso y semibárbaro: con la absoluta proscripción de la propiedad individual perpetua, la universal requisición para el trabajo rústico y el servicio militar, la anual adjudicación de lotes y remensura de los campos, las faenas comunes y los tumos en ellas( mitas) ¡ los graneros y almacenes públicos; la distribución de víveres, ganados y útiles de labor; la asistencia de los ancianos, inválidos, huérfanos y viudas; la especial atención del Gobierno a las clases menesterosas,-uno de los más preciados apelativos del Inca era el Ruajcha Cúyaj( Amante de los pobres);- la multiplicación y engranaje de visitadores, inspectores y empleados; las rigurosas leyes suntuarias; la obligatoriedad del matrimonio en edad determinada; el estricto deber de la delación judicial, y la imponderable omnipotencia del Estado. Por eso es tan útil y sugestivo su estudio en los días presentes.
Al mecanismo socialista, que en el Perú de los Incas extremó sus buenas y malas cualidades, sucedió de golpe con la invasión española, el principio antagónico; el individualismo, desenfrenado y anárquico sobre todo lo imaginable, en los veinticinco primeros años de la Conquista, cuando menos.