EL IMPERIO INCAICO 109
El P. Acosta escribe: " Ningún hombre de consideración habrá que no se admire de tan notable y próvido gobierno "(' Historia, Libro VI cap. XV); pero advierte, sin embargo, la extrema severidad de los castigos( idem cap. XVIII). Fácil es comprender lo indispensable del rigor y el escarmiento en aquel sistema comunista. El socialismo, y más aun el socialismo militar y conquistador, como fue el de los Incas, exige la mayor energía autoritaria, el despotismo administrativo, minucioso e inexorable.
La experiencia del Perú Incaico ha sido concluyente. La tutela del Estado, como en ninguna parte vigilante y nimia, enriqueció y enervó a las naciones que componían el Imperio del Sol. Llegó éste rápidamente a la misma senilidad apática por la que con tánta facilidad han sucumbido todas las sociedades de tipo análogo, como los imperios indostanos y egipcios, el chino, el persa aqueménide, el romano y el ruso. Mucho más que ellos, el del Tahuantinsuyu, para obtener el sosiego y el bienestar material, ignoró toda libertad, desarraigó toda iniciativa, comprimió toda espontaneidad y todo arranque; e hizo así, de una de las razas mejor dotadas de la América indígena, una tímida grey de esclavos taciturnos. Ante la usurpación de Atahualpa y luego ante la invasión castellana, la pasividad e inercia de la población fue sorprendente. Acostumbrada al yugo, acogía con tranquila indiferencia a los nuevos amos; cualesquiera que fuesen. Como siempre sucede, las virtudes viriles se refugiaron en la aristocracia política y guerrera; y fue la casta o confederación de los Incas la única que resistió de veras a los conquistadores. Dividida y diezmada ya en la terrible contienda de Atahualpa y Huáscar, sobrecogida con la emboscada de Cajamarca( contra la cual no hubo apercibimiento ni defensa posible), se rehizo de su estupor; y a las órdenes de Manco 11, emprendió la formidable insurección de 1536, con la matanza de los españoles dispersos, y los apretados asedios del Cuzco y de la recién funda-