EL IMPERIO INCAICO
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obra de un refundidor de la época española, porque el metro
octosilábico en que se halla coincide muy sospechosamente
con el teatro de Castilla; porque los conceptos sobre los
grandes dioses Inti y Patchacámaj (Escena X, verso 1,087),
y sobre la institución de las Ajllas o Vírgenes del Sol (Es-
cena VIII), aparecen desnaturalizados; y porque men-
ciona animales como la gallina (buallpa, en la Escena IX),
desconocidos en el Perú antes de la invasión de los Caste-
llanos. Pero por otra parte hay que admitir que el plan,
los procedimientos poéticos, todos los cantares y muchos
trozos son de tradición incaica, apenas levemente alterados
por el redactor. Así lo prueban el sabor primitivo y bár-
baro de las expresiones y metáforas; el desembarazado
empleo del coro y de los intermedios líricos; la falta de
entreactos y de regularidad en la división por escenas; la
concordia de su relato sobre la sucesión ilegítima y anormal
de Patchacútej por Túpaj Yupanqui, con el de los mas fi-
dedignos analistas, últimamente descubiertos, y su disenti-
miento de la clásica y oficial doctrina de Garcilaso, que
era