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JosÉ
DE LA RIVA-AGÜERO
representaciones de la vida de cada Inca. Duraron estas
fiestas, que llamaron purucaya, más de cuatro meses. E
hizo grandes y suntuosos sacrificios a cada cuerpo de In-
ca, al cabo de la representación de sus becbos y vida" 31
Cieza de León confirma la noticia: "Cada bulto (estatua
de Inca difunto), tenía sus truhanes o decido res, que es-
taban con palabras alegres contemplando al pueblo" 32. Y
Patchacuti Sa1camayhua cuenta que el Inca Yáhuar Huájaj
inventó los bailes y diálogos de farsantes, con motivo del
nacimiento de su hijo el príncipe Huiracocha; y que las di-
versas danzas dramáticas, se llamaban, entre los peruanos
antiguos, añaysauca, bayacbuco, llamal1ama, y bañamssi.
Pero si es indudable que los Incas poseyeron un teatro,
siquiera fuera rudimentario, también 10 es que el Ollantay,
como hoy 10 leemos, es de redacción posterior a la Conquis-
ta: un arreglo españolizado, al parecer de principios del si-
glo XVII, sobre la base de un drama incaico anterior. Yo
exageré mucho la inspiración castellana de la actual versión,
en una nota de mi ensayo sobre el Carácter de la Literatura
del Perú 1ndependiente. D. Marcelino, con la benevolencia
que me profesó, me hizo el honor de transcribirla en su 'His-
toria de la poesía bispano-americana. Sobrado honor le dis-
pensó el Maestro igualmente al General argentino D. Barto-
lomé Mitre, citando su desdichada monografía sobre Ollan-
tay (Buenos Aires, 1881), para corroborar nuestras comunes
suposiciones. Mitre, que nunca había hecho investigaciones
formales sobre el Perú prehispano, fue mucho más allá que
Menéndez y Pelayo y yo; trabucó o desconoció las citas de
los cronistas ya publicados; y estampó en sus folletos des-
propósitos estupendos. Actualmente, con los estudios em-
prendidos, no puede hacerse caudal alguno de cuanto Mitre
escribió sobre este tema. En vista de aquellos estudios, hay
que afirmar que el Ollantay, tal como 10 disfrutamos, es
31 Sarmiento de Gamboa, Segunda Parte, cap. 31.
32 Señorío de los 1ncas, cap. XI.