Libro digital 1 TOMO-5 | Page 125

EL IMPERIO INCAICO 97 las aires para anunciar la muerte de los caciques; rasgo este último de magnífica y sombría belleza, que no diso- naría en una saga germánica 29. En cambio, la oración incaica a Huiracocha, recorda- da por los Padres Molina y Coba, tiene la vibrante subli- midad de un salmo hebreo: "¡Oh Hacedor incomparable!, que estás en los términos del Mundo y creaste a los hom- bres; -¿dónde te ocultas? -¿Por ventura en 10 alto del Cielo, o en el abismo de la tierra, o en los nublados de las tempestades"? La invocación a la Pachamama es de un delicioso panteísmo: "Madre Tierra, larga y anchurosa, que traes a los hombres en tus brazos ... " A las cavernas, que eran los sepulcros de la Sierra, les decían: "He de dormir en tus senos; dame sueños apacibles". La autenticidad de tales mitos, tradiciones y plegarias, es indiscutible. No ocurre lo propio con el célebre drama Ollantay. Los incas conocieron, sin duda alguna, las re- presentaciones trágicas y cómicas. Tenían que nacer for- zosamente de aquellas sus danzas religiosas, con máscaras de personajes y animales sagrados; de aquellos bailes en que los cantares se turnaban "refiriendo hazañas y loores del Inca y cosas pasadas" y respondía el coro (Cobo, Libro XVII.- Acosta, Libro VI, Cap. XVIIII). De estos esbozos dramáticos, sabemos de cierto que resultaron verdaderas fábulas escénicas. A más de los testimonios del Inca Gar- laso y del Jesuíta Anónimo, sospechosos para bastantes americanistas, tenemos los irrefragable s del P. Acosta, de Polo de Ondegardo 30 y de Sarmiento de Gamboa que narra: "(Inca Patchacútej) mandó hacer grandes fiestas y 29 Vid. 'Psicología del pueblo araucano por Tomás Cuevara (Santiago de Chile, 1908) ¡ págs. 325, 326, 336, 344, 346, Y siguientes. 30 :Tratado de los errores y supersticiones de los indios, VIII, 7.