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JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO
(por voluntaria elección de los confederados i por ejemplo
Andahuaylas en tiempos de Inca Roja, para defenderse de
los ataques chancas) y que a la cabeza de ella empeñaran
tan implacable guerra contra los Collas, representantes de
la raza aymara, y contra los Chancas aymarizados.
La expansión colla, apretando a los Quechuas hacia el
noroeste, convirtió en regiones de lengua aymara a todas
las confinantes del Collao, como las serranías de Moque-
gua y Arequipa, Collahua (o sea la moderna Cailloma),
y parte de las provincias de Canas y Can chis, las cuales
fueron probablemente zonas de transición lingüística, qui-
zá bilingües. Pero mas al norte había otros tribus que-
chuas, como los Cachinas, Quispicanchis y Acomayos, que,
del propio modo que los Incas, recordaban el gran lago
originario, y creían que a su perdida patria retornaban las
almas de su difuntos 18.
Para que se guardaran con tal persistencia y viveza
estos recuerdos, es necesario admitir que no transcurrió lar-
go tiempo desde la dispersión de los Quechuas en los lla-
nos del Collao hasta el establecimiento de los Incas en el
Cuzco, dos o tres siglos a 10 sumo. El itinerario de las
gentilidades o clanes Incas, desde Pacaritambo al Cuzco,
rememorados en fá.bulas y cantares,19 se asemeja muchísimo
al de los Nahuatlacas, y después especialmente al de los Az-
tecas, en el Anáhuac. El caudillo incaico, Manco Jápaj, no
parece un héroe mítico, un antepasado epónimo, sino un
personaje de existencia histórica (como los Tenuchtzin y
Acamapitzin), divinizado luego por la leyenda. Su culto
no era el de un dios, sino el mismo gentilicio y reducido
que el de los monarcas sucesores suyos. No tiene aspecto
de epónimo su nombre, pues no se explica por denomina-
18 Cieza, Primera Parte de la Crónica del Perú.
19 El resumen castellano de ellos compone los caps. 11, 12, 13, Y 14 de la
Segund.. Parte de la Ristoria yoneral 1ndica de Pedro Sarmiento de Gamboa (Pu
blicada por R. Pietschmann, Berlín, 1906).