16. 20–31
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Jueces
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hizo que él se durmiese sobre sus rodillas, y llamó a un hombre,
quien le rapó las siete guedejas de su cabeza; y ella comenzó a
afligirlo, pues su fuerza se apartó de él. Y le dijo: ¡Sansón, los
filisteos sobre ti! Y luego que despertó él de su sueño, se dijo:
Esta vez saldré como las otras y me escaparé. Pero él no sabía
que Jehová ya se había apartado de él. Mas los filisteos le
echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le
ataron con cadenas para que moliese en la cárcel. Y el cabello
de su cabeza comenzó a crecer, después que fue rapado. En-
tonces los principales de los filisteos se juntaron para ofrecer
sacrificio a Dagón su dios y para alegrarse; y dijeron: Nuestro
dios entregó en nuestras manos a Sansón nuestro enemigo. Y
viéndolo el pueblo, alabaron a su dios, diciendo: Nuestro dios
entregó en nuestras manos a nuestro enemigo, y al destruidor
de nuestra tierra, el cual había dado muerte a muchos de noso-
tros. Y aconteció que cuando sintieron alegría en su corazón,
dijeron: Llamad a Sansón, para que nos divierta. Y llamaron
a Sansón de la cárcel, y sirvió de juguete delante de ellos; y
lo pusieron entre las columnas. Entonces Sansón dijo al jo-
ven que le guiaba de la mano: Acércame, y hazme palpar las
columnas sobre las que descansa la casa, para que me apoye
sobre ellas. Y la casa estaba llena de hombres y mujeres, y to-
dos los principales de los filisteos estaban allí; y en el piso alto
había como tres mil hombres y mujeres, que estaban mirando
el escarnio de Sansón. Entonces clamó Sansón a Jehová, y
dijo: Señor Jehová, acuérdate ahora de mí, y fortaléceme, te
ruego, solamente esta vez, oh Dios, para que de una vez tome
venganza de los filisteos por mis dos ojos. Asió luego San-
són las dos columnas de en medio, sobre las que descansaba la
casa, y echó todo su peso sobre ellas, su mano derecha sobre
una y su mano izquierda sobre la otra. Y dijo Sansón: Muera
yo con los filisteos. Entonces se inclinó con toda su fuerza, y
cayó la casa sobre los principales, y sobre todo el pueblo que
estaba en ella. Y los que mató al morir fueron muchos más
que los que había matado durante su vida. Y descendieron
sus hermanos y toda la casa de su padre, y le tomaron, y le
llevaron, y le sepultaron entre Zora y Estaol, en el sepulcro de
su padre Manoa. Y él juzgó a Israel veinte años.