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Jueces
16. 6–19
atemos y lo dominemos; y cada uno de nosotros te dará mil
cien siclos de plata. Y Dalila dijo a Sansón: Yo te ruego que
me declares en qué consiste tu gran fuerza, y cómo podrás
ser atado para ser dominado. Y le respondió Sansón: Si me
ataren con siete mimbres verdes que aún no estén enjutos, en-
tonces me debilitaré y seré como cualquiera de los hombres.
Y los príncipes de los filisteos le trajeron siete mimbres verdes
que aún no estaban enjutos, y ella le ató con ellos. Y ella
tenía hombres en acecho en el aposento. Entonces ella le dijo:
¡Sansón, los filisteos contra ti! Y él rompió los mimbres, como
se rompe una cuerda de estopa cuando toca el fuego; y no se
supo el secreto de su fuerza. Entonces Dalila dijo a Sansón:
He aquí tú me has engañado, y me has dicho mentiras; descú-
breme, pues, ahora, te ruego, cómo podrás ser atado. Y él le
dijo: Si me ataren fuertemente con cuerdas nuevas que no se
hayan usado, yo me debilitaré, y seré como cualquiera de los
hombres. Y Dalila tomó cuerdas nuevas, y le ató con ellas,
y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti! Y los espías estaban
en el aposento. Mas él las rompió de sus brazos como un hi-
lo. Y Dalila dijo a Sansón: Hasta ahora me engañas, y tratas
conmigo con mentiras. Descúbreme, pues, ahora, cómo podrás
ser atado. Él entonces le dijo: Si tejieres siete guedejas de mi
cabeza con la tela y las asegurares con la estaca. Y ella las
aseguró con la estaca, y le dijo: ¡Sansón, los filisteos sobre ti!
Mas despertando él de su sueño, arrancó la estaca del telar
con la tela. Y ella le dijo: ¿Cómo dices: Yo te amo, cuando tu
corazón no está conmigo? Ya me has engañado tres veces, y
no me has descubierto aún en qué consiste tu gran fuerza. Y
aconteció que, presionándole ella cada día con sus palabras e
importunándole, su alma fue reducida a mortal angustia. Le
descubrió, pues, todo su corazón, y le dijo: Nunca a mi cabeza
llegó navaja; porque soy nazareo de Dios desde el vientre de
mi madre. Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me
debilitaré y seré como todos los hombres. Viendo Dalila que
él le había descubierto todo su corazón, envió a llamar a los
principales de los filisteos, diciendo: Venid esta vez, porque él
me ha descubierto todo su corazón. Y los principales de los
filisteos vinieron a ella, trayendo en su mano el dinero. Y ella
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