sobre el autor:
"...llevo más de tres años a pleno rendimiento en el mundo de la escritura.
Aunque mi "iniciación" a lo artístico comenzó con el dibujo ( de ahí que todos mis escritos tengan dibujos) fui decantándome más por la parte de literatura, siendo los poemas y la narrativa algo que me apasiona realmente"
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–Si tan solo tuviera algún poder, no tendría que ir a pelear con ese dragón.
Las horas pasaron lentamente y con ello las antorchas de despedida se encendieron en su honor. Los guerreros elevaron las manos y juntando aire y fuego, dibujaron un gran fénix que representaba su valentía. La multitud concentrada frente al castillo perteneciente a su familia, cantó para ella rimas cargadas de buenos deseos y respeto.
La joven, convencida de lo que representaba para ello, subió a su caballo y galopó a toda prisa, y sin volver el rostro hacia ellos, la elegida emprendió su marcha a la montaña, donde el adormilado ser, la esperaba.
Fueron días arduos y cansados, en los que avanzó y descansó en partes iguales. El caballo, en las partes más duras de la subía, no dio ni un solo paso, por ello, a pesar de sentirse abandonada, dejo libre al amigo que la acompañó durante la mayor parte de su vida.
–Adiós –sollozó al ver al animal correr en dirección contraria.
Pese a no tener un apoyo en el viaje, la joven llegó más rápido de lo previsto.
No fue necesario ingresar a la cueva de la montaña más alta para saber que era la correcta. Las armaduras antiguas y oxidadas de antiguos guerreros que adornaban la entrada, eran el precedente de que finalmente estaba a minutos de enfrentar el destino que los dioses le marcaron desde su concepción.
La joven, con el rostro manchado de polvo, dejó la bolsa de sus provisiones fuera de la cueva y dio un paso al interior. Ella retrocedió varios pasos, asustado por lo que golpeaba su visión. Muy cerca de la entrada había un enorme cristal.
No era una armadura grotesca como le relató su madre y tampoco, lo que aguardaba su interior, era parecido a los dragones que conocía gracias a las pinturas ancestrales que reposaban en su pueblo.
Con las manos sudorosas por el temor, la joven desenvainó su espada, esperanzada de regresar a su hogar. Si lo atacaba antes de tiempo, quizá...
—No pienses en hacer una estupidez —le dijo una voz que retumbó en las paredes de la cueva—, ningún ser mágico o arma ha podido romper este cristal —explicó el ser que empezó abrir los ojos. Parecía un Talantiano cualquiera, al menos el reflejo que se percibía a través de su coraza le indicaba eso.
—Acabemos con esto de una vez por todas —propuso levantando su mentón con orgullo.
Ante su atónita mirada, el cristal se agrietó y los trozos cayeron hasta quedar esparcidos en el suelo. De aquellos restos emergió una figura masculina, completamente desnuda.
7 LibreFantasía/nro 2