25 LibreFantasía/nro 2
Por el tono de voz, el habilidoso arquero supo que el otro quería conversar sobre ellos. Tragó saliva y prefirió mirar las hojas secas del suelo:
―Gregorio. Ya hablamos de esto.
Desesperado, deshecho en nervios, Greg quiso acercarse, tocarlo, pero no tuvo el valor:
―Aldo… perdóname por… por todo. Si me dieras un poco más de tiempo…
Aldo tuvo que esforzarse, quería ceder, pero frunció el ceño y lo miró furibundo:
―Olvídalo. Jamás vas a cambiar. No quiero seguir con esto. Si ni siquiera me has dicho “te amo” alguna vez. Mejor búscate una hembra y cumple el deseo de tu padre. Estás… estás muerto para mí.
Y salió corriendo hacia el sur. Y entonces, con lágrimas en los ojos, furioso, se ató la pulsera en una muñeca. Al instante, percibió un calor brotando desde ese accesorio de hilos y piedras. Y esta magia extraña, le dio el valor que necesitaba para no volver derrotado, abrazar y perdonar a su amado Greg.
<<Solo así podrás olvidarlo. Es un talismán muy poderoso y te ayudará a resistir, pero solo úsalo si estás seguro>>, recordó que le había dicho la dama blanca Rosita, su hermana y confidente, al entregarle aquel artefacto mágico.
Por su parte, todavía en el mismo sitio, Greg miró el suelo y se golpeó una pierna. Decidió que así era mejor. No podía ni pensar en decepcionar a su padre. Sería deshonroso y doloroso para el lobo beta. Mejor olvidarse del tema.
<<Puedo vivir sin él. No lo necesito>>, se dijo, creyendo superado el problema, pero al darle alcance y correr a su lado, verlo sudar, agitarse; no pudo evitar recordar sus carreras en el bosque. Eran tan felices. Aldo siempre ganaba. Y Greg terminaba por tumbarlo al suelo y no lo soltaba hasta que le diera un beso. Dejó sus recuerdos. Aldo seguía corriendo delante de él, triturando ramas y hojas a cada paso.
―Quiero que me jures que serás feliz, solo eso, hijo mío ―recordó de pronto que le dijo su madre hace tiempo atrás antes de morir víctima de una emboscada enemiga.
―Ojalá pueda, mamá.
Se detuvieron ante el bramido de un río caudaloso de aguas oscuras. Del otro lado, comenzaba la zona de los magos. Una vez que cruzaran, estarían en territorio enemigo repleto de trampas, hechizos y árboles vivientes.
―Por nuestra gente, Aldo ―exclamó Greg e infló su pecho con valor.
―¡Por todos ellos! ―asintió Aldo y apretó los puños.