Leyendas coloniales 1 | Page 14

Los sacerdotes de la Santa Inquisición escucharon con total atención cada uno de estos relatos. Escandalizados, condenaron a la pobre mulata culpable de brujería y fue condenada a ser ejecutada en la plaza pública en leña verde. El pueblo estaba encantado con la noticia, no tanto por ver morir a la mulata, sino por presenciar otra excelente historia de aquella mujer que daba tanto de qué hablar y entretenía a los pueblerinos con sus increíbles hazañas.

La mayoría de los presos solían aprovechar las noches para rezar las oraciones pertinentes que demostraran su arrepentimiento; pero la mulata de Córdoba no era cualquier preso. Ella prefirió pasar el tiempo dibujando un barco en la pared del calabozo con un trozo de carbón, que de pura casualidad encontró.

Los carceleros estaban impactados ante esta obra de arte. Constantemente se turnaban para poder bajar al calabozo, y observar los nuevos detalles del dibujo. Conforme avanzaba el tiempo, el boceto de barco con el que inició, se iba formando en un dibujo tan realista, que daba la impresión que en cualquier momento el barco saldría disparado a navegar.

n día, cayó un terrible aguacero en la ciudad de Córdoba. El carcelero de turno no dejaba de observar a la mulata y a su hermoso barco. Imaginaba que ella entraba en su dibujo y salía volando por la ventana, como si fuera una especie de barco mágico.

Cuando terminó de llover, las calles estaban inundadas y el calabozo empapado por tanta gotera. De pronto, Soledad comenzó a sentirse inquieta, pues sabía que el momento había llegado; mientras tanto, el celador dormitaba muy a gusto en su esquina. La mulata lo despertó:

– ¡Hey, tú! ¡Carcelero! ¿Quiero hacerte una pregunta? –dijo Soledad.

–¡Eh! ¿Quién? ¡Ah, eres tú! –Contestó el celador medio dormido–. ¿Qué se te ofrece?

–¿Qué crees que le hace falta a mi barco?

–Pues, yo creo que… –dijo el celador pensativo–. No, nada, lo único que le hace falta es andar.

–Entonces mira cómo anda.