Protesta de mujeres de la comunidad ixil
Ejército Guerrillero de los Pobres (EGP), la
Organización del Pueblo en Armas (ORPA), el
Comité de Unidad Campesina (CUC), el Partido
Guatemalteco del Trabajo (PGT), las Fuerzas
armadas Rebeldes (FAR), la Organización del
Pueblo en Armas (ORPA). Todas estas
organizaciones fueron conformadas en su
mayoría por campesinos indígenas de la
comunidad maya. Para Molden, “la situación de
los mayas, marcada por la explotación, la
ausencia de derechos políticos y la pobreza,
hizo que esta alianza pareciera inevitable” (2015, p. 9). Sin embargo, para los
revolucionarios, los campesinos no representaban el ideal de la rebelión y los mayas
debían cambiar, pues su cultura e historia no tenían nada que ver con el comunismo por
lo que se comenzó un exterminio sistemático en contra de los mayas. Le Bot señala que el
grupo revolucionario “no supo evitar que esta guerra, que consideraba ‘necesaria’ y que
pretendía ser de liberación, se volviera la peor de las guerras contra los mayas, desde la
Conquista” (1997, p.296).
Para la década de los ochenta, la popularidad del movimiento guerrillero hizo tambalear
al Estado anticomunista a tal grado que el gobierno, ya manipulado por EE.UU. y dirigido
por los generales Fernando Romeo Lucas García y Efraín Ríos Montt, subordinó el control
de estos levantamientos a las fuerzas armadas y dio autorización para llevar a cabo una
ofensiva contrainsurgente desde la capital hasta la frontera colindante con México. Esta
decisión resultó en represión, torturas y exterminio a regiones indígenas, no solo de parte
del ejército, sino de otros grupos de derecha clandestinos. Cabe destacar que también se
persiguió a jueces y abogados para impedir la protección a los derechos humanos.
Palencia (2011) asegura lo siguiente:
"El peor exterminio social de la América Latina contemporánea se había realizado
para apagar la revolución y los focos de rebeldía. La especificidad de este exterminio
social fue que, en la mayoría de los casos, se realizó como política de "tierra
arrasada" contra población indígena desarmada del altiplano. La violenta verdad del
Estado que hizo de los comunistas o campesinos rebeldes en las constituciones de
1956 y 1965 no-ciudadanos y no-humanos, se mostró como extensión de la
dominación histórica concretada al temor de que "el indio baje de la montaña", lo
cual, finalmente, dio como resultado que se considerara enemigo de Estado al
indígena-subversivo-comunista. Una vez aplastada la rebelión e instaurado el terror,
era hora de llamar a los capitales huidizos y de volver a hacer negocios bajo la
democracia representativa" (párr. 12)
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