con las cuales escribe una historia
donde compagina su grupo étnico,
edad, condición de género,
orientación sexual, estrato
económico y un sin fin de
c u a l i d a d e s f í s i c a s y d e
personalidad. En este sentido,
podemos ver a la web como una
plataforma en la cual se vierte
toda esta información en busca de
crear una imagen lo más atractiva
posible. Esto resulta ideal para el
marketing, que usa esta necesidad
de valoración como un medio para
imponer cánones de belleza y
estilos de vida que induzcan
dependencia a consumir sus
productos.
Lo particular de este
nuevo estado de normalidad
digitalizada es que, a diferencia de
las etapas anteriores donde la
corporalidad jugaba un papel
fundamental en la construcción
identitaria y por consiguiente en la
valoración que esperamos de los
o t r o s a n t e e s a i d e n t i d a d
performativa. Ahora, al trasladar
la mayoría de nuestros espacios de
relación a un plano digital esto
pasa a ser secundario, en un
espacio libre de las ataduras del
mundo físico podemos pretender
(para la escuela existencialista no
hay diferencia entre el pretender
ser y el ser) ser cualquier persona
y construir libremente nuestra
identidad.
Aunque, las narrativas de
consumismo siguen existiendo, y
se podría decir que se agudizan, al
ser las redes espacios de
confluencia que permiten una
conectividad mucho mayor,
también permiten una irrupción
del escrutinio público en partes de
la vida que hasta ahora eran
consideradas de absoluta
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