LETRINA
Número 8
Septiembre 2016
vodka a un lado del puro que se consume con su propio fuego, a su propio
ritmo.
Pasamos a un cuarto pequeño que en alguna época debió haber servido
como medio baño. Dentro de él sólo hay una caja de cartón empolvada y
roída en las esquinas. «Aquí escondo años y años de trabajo, además de
incontables fracasos». Su voz tiembla, sus cejas se levantan. Por alguna
razón, siento que el Doctor me aprueba para abrir la caja.
El Doctor, como todos los demás, intentó de mil maneras. En la caja
encuentro una navaja oxidada, una gruesa cuerda con nudo deslizable,
veneno para ratas, frascos vacíos de antidepresivos, una pistola, bolsas
y bolsas de plástico con las que intentó asfixiarse y mil cosas más. Al
abrir la caja, sin darme cuenta sacudí el pasado en la cabeza del Doctor.
En el fondo de la caja encuentro una libreta. Las cien páginas en ella
contienen información que no entiendo; números y más números, bocetos y
frases de autores cuyo nombre no puedo pronunciar. El doctor me pide la
libreta de la manera más amable. Entiendo el significado de las mangas
y del cuello hasta la garganta.
El cuarto donde la caja de cartón duerme se cierra con llave y
seguimos caminando; el Doctor continúa hojeando su libreta.
«Inventé una máquina pero no puedo probarla conmigo mismo (tic).
Sería éticamente incorrecto porque ya no habría vuelta atrás y nadie,
hasta
ahora,
tenía
conocimiento
de
ella
más
que
yo
(tic).
Podría
enseñarte todos los principios físicos y químicos que representa el
experimento y después probarlo en mí mismo, con tu ayuda… pero eso
requiere de tiempo, y es lo que menos tenemos (tic, tic)».
El Doctor me conduce hacia otra recámara. Ésta, a diferencia de la
anterior, es amplia e iluminada. La luz, al encenderse, produjo un
zumbido que aún no desaparece. Al fondo, la pieza se divide por una
cortina de quirófano; detrás de ella, la máquina.
Parece que el Doctor nota mi reacción y sonríe. Me siento como niño
frente a una bolsa llena de gomitas. La cortina se corre y ahí está.
Aunque la imaginaba más imponente, más profesional, no dejo de sentir
una infantil ilusión. No se trata más que de una silla eléctrica
modificada,
palancas.
Página 43
con
una
telaraña
infranqueable
de
cables
y
botones
y