LETRINA Número 8 Septiembre 2016
« No hace falta que sepas qué hace … ( tic ) Sólo necesitas saber que después de esto , serás feliz ».
La silla es helada . El casco , que normalmente transmitiría la electricidad , está repleto de cables delgados y luces pequeñas . Luce pacífico . El Doctor amarra mis pies y manos a la silla y me pide cerrar los ojos . Imagino cómo será el cielo . Hago un repaso a través de mi vida otra vez sin conseguir nada , ni una lágrima , nadie a quien extrañar .
Árboles altos , nubes suaves , campos interminables de flores , un cielo infinitamente azul .
Un hombre camina sin ninguna preocupación entre la multitud , con la ropa desgarrada , la barba sucia , los pies descalzos . La multitud corre por no retrasarse en sus respectivas actividades . Algunos de ellos aún sangran ; las heridas de otros ya cicatrizaron . Una mujer , llamada Paulina , perteneciente al grupo de las heridas frescas , cree reconocer al hombre .
El hombre no deja de mirar el cielo . Es un cielo gris , sin ningún rastro de cielo como tal . A sus ojos , aquel cielo triste se presenta como el cielo más azul de todos . Paulina ha pensado en él todo este tiempo , si es que de él se trata , y le reprocha . Pero no está segura y prefiere no quedar en ridículo , así que decide continuar su camino . Anoche , ella intentó morir desangrada en su recámara , donde meses antes compartía siete cigarros con el hombre que ahora camina sin preocupaciones ; lo único que consiguió fue más trabajo de limpieza para su mamá . Ahora estaban a mano .
El hombre , después de todo , es feliz .
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