LETRINA SEPTIEMBRE 2016 | Page 60

LETRINA Número 8 Septiembre 2016 Toda la mañana del viernes estuve considerando inventar una excusa para cancelar la cita, pero algo había en las palabras de la mujer con la que yo llevaba semanas durmiendo que me atraía de la personalidad de Efrén. Si existía alguien igual o más miserable que yo, y que había aparentado una mayor estabilidad y entereza en el trabajo, sin duda alguna quería conocerlo mejor, me dije. Pero esa no era la razón primordial y en el fondo lo sabía. Esa tarde, cuando salí de la oficina, del otro lado de la calle estaba el militar con el que vi a Efrén en la cena-fiesta, ahora vestido con una camisa de manga corta que dejaba ver varias cicatrices en sus brazos y que al parecer se extendían hacia su cuerpo. Era tan alto como Efrén, sin embargo no lo había notado, tal vez por su complexión más robusta. Sin duda aquel hombre había ido ahí para verme. Me hice el desentendido y seguí mi camino. Al llegar a la recepción del hotel, recordé por vez primera desde mi llegada el sueño que comentaba el hombre de mejillas rosadas. Subí a mi habitación, me bañé y me vestí del modo que consideré más neutral, por si íbamos a un lugar un tanto refinado o más casual. Me pareció vergonzoso llamarle a Efrén para preguntarle cómo debía vestirme. Si yo no atinaba, la responsabilidad sería suya por no poner en contacto a nuestras respectivas secretarias. Cuando bajé, Efrén ya se encontraba en el Lobby y por primera vez estaba vestido con otra ropa que no era traje de diseñador. Se veía más joven. Eso y el toque informal me dio más confianza. Me saludó y de inmediato me dijo que debíamos apresurarnos. Caminamos a la puerta del hotel y en esta ocasión no traía el Mercedes sino un convertible. A unos metros pasaron dos mujeres recién salidas de la adolescencia y nos saludaron. Les gustas. Me dijo Efrén. ¿Por qué dices eso, si al que ven es a ti? Le pregunté. Así son las cosas aquí. Así se sienten más seguras... Es su modo de acercarse a ti. No comprendí bien lo que quiso decir y subí al auto. Miró su reloj y dijo que se estaba haciendo tarde. Arrancó y aceleró, pero tuvo que frenar de inmediato Página 60