LETRINA SEPTIEMBRE 2016 | Page 59

LETRINA Número 8 Septiembre 2016 suelo ser el que escucha, pero en esa ocasión no fue necesario esforzarme. Efrén me interrogó sobre mi proceso de adaptación y si me encontraba a gusto en la empresa. Para mí fue evidente el esfuerzo que hacía por ignorar la pesadumbre que albergaba y por tener un tono certero de voz. Le respondí que estaba contento y que me estaba adaptando. Se mostró satisfecho por lo que dije y de una manera sutil y diplomática, y sin que yo me percatara, me despidió de su mesa. Cuando me levanté, noté que las hojas amarillentas eran archivos viejos con fotografía de gente muerta. Estaba a punto de marcharme, cuando no sé por qué le pregunté si tenía planes para el viernes. Pensó un segundo y me respondió que conocía un magnifico lugar donde podríamos ir. Unas horas después llamé a su amiga y le pedí que pasara la noche conmigo. La abracé mientras dormía y en la mañana volví a ser el mismo sujeto distante. A ella no pareció importarle. Fui a trabajar y, al salir, en lugar de ir al lugar de apuestas, le pedí a los filipinos que me consiguieran un poco de hashish. En una región cercana, cada seis años se celebra un carnaval en el que las personas con algún impedimento físico construyen figuras de barro, las llevan por un recorrido, que siempre es el mismo, y las arrojan a una gran hoguera. Esas figuras deben representar el dolor por su invalidez. Los pobladores de esa comunidad toman como un insulto los intentos de los educadores o sociólogos de cambiar el nombre con el que, en esa región, se clasifica a los minusválidos. No somos personas con capacidades diferentes o aptitudes especiales, repiten constantemente. Somos adefesios. El jueves anterior a la cita con Efrén, no llegué al trabajo por ver este carnaval. Mi plan era depositar en esa hoguera todas las fotos y pertenencias de mi mujer que traía conmigo, pero no pude. Al día siguiente nadie preguntó sobre mi ausencia y yo no di explicaciones. Página 59