LETRINA
Número 8
Septiembre 2016
como había planeado, así que en mi primer descanso me apresuré a
conocer
la
zona
turística,
bares
y
puteros.
En
esa
parte
hay
demasiados comercios debido a la gran cantidad de extranjeros que
llegan en vacaciones. En esa temporada estaban casi vacíos.
Luego de tomar un par de tragos, una noche que no tenía nada de
diferente a las otras noches, dos hermanos, un hombre y una mujer,
ambos de unos cuarenta años y originarios de las
Filipinas, se
acercaron a mí y conversé con ellos. Me llevaron a un lugar de
luchas clandestinas, peleas de perros y juegos de mesa. Esa noche no
dormí. Gasté gran parte de lo que llevaba, tomé hasta marearme y no
poder hablar bien, y el último perro por el que aposté mató al otro,
así que regresé con más dinero que con el que salí. Fui directo al
trabajo y me quedé más tarde que de costumbre. En el hotel estaba
tan exhausto que al recibir la llamada para despertar me dio la
impresión de que había dormido un día entero.
La
mujer
del
hotel
no
tenía
ninguna
relación
de
parentesco
o
romántico con Efrén y esto me alegró por un tiempo, pero después de
vernos
varías
veces
me
preocupe
por
la
frecuencia
con
la
que
empezaron a darse estos encuentros. Ella era rica, desinteresada en
lo absoluto por cualquier asunto y con demasiadas malas experiencias
con los hombres.
Hay algo en tu amigo que me inquieta, le dije en alguna ocasión.
¿Qué? Preguntó ella sin darle mucha importancia. Su seriedad y su
mutismo artificiales... Eso que lo perturba todo el tiempo y lo
obliga a recurrir siempre a sus modales. Tú tampoco estarías muy
contento, me respondió. No cuando te rompen el corazón cada fin de
semana y tu único pariente vivo y moribundo lleva años obsesionado
por tu madre desaparecida. Al ver lo mucho que eso me consternó de
inmediato dijo: Mas tú le agradas. Me pidió que hablara contigo, que
te ayudara a acoplarte a la ciudad y a olvidarte de lo que traes
encima.
Después de aquella conversación, sospeché que toda la gente con la
Página 57