LETRINA
Número 8
Septiembre 2016
Doctor no es ningún cazador: es una presa que se camufla detrás de
aquel sombrero y esa playera de manga larga.
En palabras suyas, él no bebe, no fuma; hace ejercicio y su
alimentación es de las más balanceadas. Sentado frente a mí, confía a
mis oídos todo lo que debo saber acerca de él: tiene 76 años y planea
vivir lo necesario para curar a todos de lo que él denomina una
terrible enfermedad. Se levanta de su sillón y me ordena seguirlo.
Abandono el vodka a un lado del puro que se consume con su propio
fuego, a su propio ritmo.
Pasamos a un cuarto pequeño que en alguna época debió haber
servido como medio baño. Dentro de él sólo hay una caja de cartón
empolvada
y
roída
en
las
esquinas.
«Aquí
escondo
años
y
años
de
trabajo, además de incontables fracasos». Su voz tiembla, sus cejas se
levantan. Por alguna razón, siento que el Doctor me aprueba para abrir
la caja.
El Doctor, como todos los demás, intentó de mil maneras. En la
caja
encuentro
una
navaja
oxidada,
una
gruesa
cuerda
con
nudo
deslizable, veneno para ratas, frascos vacíos de antidepresivos, una
pistola, bolsas y bolsas de plástico con las que intentó asfixiarse y
mil cosas más. Al abrir la caja, sin darme cuenta sacudí el pasado en
la cabeza del Doctor. En el fondo de la caja encuentro una libreta.
Las
cien
páginas
en
ella
contienen
información
que
no
entiendo;
números y más números, bocetos y frases de autores cuyo nombre no
puedo
pronunciar.
El
doctor
me
pide
la
libreta
de
la
manera
más
amable. Entiendo el significado de las mangas y del cuello hasta la
garganta.
El cuarto donde la caja de cartón duerme se cierra con llave y
seguimos caminando; el Doctor continúa hojeando su libreta.
«Inventé una máquina pero no puedo probarla conmigo mismo (tic).
Sería éticamente incorrecto porque ya no habría vuelta atrás y nadie,
hasta ahora, tenía
conocimiento
de
ella
más
que
yo
(tic). Podría
enseñarte todos los principios físicos y químicos que representa el
experimento y después probarlo en mí mismo, con tu ayuda… pero eso
requiere de tiempo, y es lo que menos tenemos (tic, tic)».
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