LETRINA LETRINA #4 Noviembre - diciembre 2012 | Page 12
Fue a principios de diciembre
del año 2011 cuando me llegó
una sensación de arrepentimiento;
lamentaba haberme desgastado
física, emocional e, incluso,
económicamente en algo que ni
siquiera era seguro que fuera a
obtener. Sentía una decepción terrible
por la burocracia de la Universidad
y me molestaba que me hubieran
prometido conseguir el cielo y las
estrellas de una manera tan fácil.
Era tanto mi pesar que ya hasta me
veía en el siguiente semestre, en
la misma escuela, con los mismos
compañeros y, para variar, en la
misma ciudad.
para despedirse y, ahora sí, a ver con
otros ojos la ciudad de Morelia como
si esa fuera la última vez que estaría
allí (y pensar que fueron solamente 5
meses de estancia).
En fin, regreso al principio de este
artículo. Allí estaba yo, en la central
de autobuses de Morelia, asustada,
casi llorando e intentando callar esa
horrible vocecita en mi cabeza que me
reprochaba “Ya ves, pero tú querías
irte, querías ser más independiente,
querías viajar, conocer, Etc., Etc.” Y
ahora tenía que aguantarme, que
fue precisamente lo que hice. Agarré
fuerzas e inicié mi viaje, viaje de l cual
no me arrepiento en lo absoluto.
Para mi gran sorpresa, un buen
día de diciembre, no recuerdo Xalapa, Veracruz, la ciudad de
cuál, me avisaron que había sido las flores. La ciudad que me mostró
seleccionada como una de las becarias un nuevo panorama, que me brindó
de Santander dentro del programa una gran cantidad de conocimientos,
de movilidad. Ni hablar: a preparar que me regaló más amigos, maestros
las maletas, a organizar reuniones y compañeros. Subir y bajar por
con los amigos y con los parientes esas calles que simulaban una